"La traición de Judas"
(Giotto)
(Ciclo
B – 2018)
“Uno
de vosotros me va a entregar” (Mt 26,
14-25). El Papa Benedicto XVI se pregunta cuál es la razón que llevó a Judas a
traicionar a Jesús: “¿Por qué Judas traicionó a Jesús?”[1]. A
continuación, el Santo Padre reflexiona sobre dos hipótesis: su avaricia y su desilusión
desde el punto de vista político-mesiánico: “La pregunta sugiere diversas
hipótesis. Algunos recurren al hecho de su avaricia; otros sostienen una
explicación de orden mesiánico: Judas se habría decepcionado al ver que Jesús,
no insertaba en su programa, la liberación político-militar de su país”.
Pero
luego, el Santo Padre se decanta por una tercera hipótesis: el engaño y
posteriormente la posesión diabólica de Judas Iscariote: “En realidad, los
textos evangélicos insisten en otro aspecto: Juan dice expresamente que “el
diablo había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, la intención de
entregarlo” (Jn 13,2). Lucas escribe de manera análoga: “Satán entró dentro de
Judas, llamado Iscariote, que era del número de los Doce” (Lc 22,3)”.
Judas
traiciona a Jesús porque se une libre y voluntariamente al Diablo, a pesar de
que Jesús lo había llamado “amigo” a Judas: “De esta manera, se sobrepasan las
motivaciones históricas y se explica el asunto desde la responsabilidad
personal de Judas, quien, miserablemente, cedió a una tentación del Maligno. En
todo caso la traición de Judas permanece en el misterio. Jesús le llamó amigo (Mt 26,50), pero en sus invitaciones a
seguirle sobre el camino de las bienaventuranzas, no forzó las voluntades ni
les dejó inmunes contra las tentaciones de Satán, respetando su libertad
humana…”.
Luego
el Santo Padre compara la traición de Judas con la traición de Pedro y al
analizar las diferentes conductas de ambos, posteriores a sus respectivas
traiciones, remarca cómo Pedro se arrepiente y también Judas, pero el
arrepentimiento de este último, imperfecto, lo lleva a la desesperación y al
suicidio, en tanto que la contrición perfecta de Pedro lo lleva a ser merecedor
de la misericordia divina: “Acordémonos de que también Pedro quiso oponerse a
Jesús y a lo que le esperaba en Jerusalén, pero recibió un fuertísimo reproche:
“¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!” (Mc 8, 32-33). Después de su caída Pedro se arrepintió y encontró
perdón y misericordia. También Judas se arrepintió, pero su arrepentimiento
degeneró hasta la desesperación y llegó así a la autodestrucción…”.
Jesús,
entonces, respeta nuestra libertad y espera nuestro arrepentimiento y
conversión y no niega a nadie su misericordia y su perdón: “Tengamos presentes
dos cosas. La primera: Jesús respeta nuestra libertad. La segunda: Jesús espera
nuestra disponibilidad al arrepentimiento y a la conversión; él es rico en
misericordia y en perdón”.
“Uno de vosotros me va a entregar”. En el fondo, todo pecado
es una traición al Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Lo que debemos hacer,
entonces, es pedir la gracia de imitar a Pedro y no a Judas Iscariote, para
obtener una contrición perfecta del corazón y no volver a entregar más a Jesús,
sino a vivir siempre en su gracia.
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