jueves, 26 de abril de 2018

“El que parte mi pan, se volvió contra mí”




"El que parte mi pan, se volvió contra mí” (Jn 13, 16-20). Jesús no solo anticipa su Pasión y muerte, sino que además revela algo que estremece de temor a sus Apóstoles: alguien, surgido del seno mismo de la Iglesia naciente –y aún más, de entre los sacerdotes ordenados por el Señor en la Última Cena-, lo traicionará: “El que parte mi pan, se volvió contra mí”. Se refiere a Judas Iscariote quien, siendo sacerdote y habiendo sido llamado “amigo” por Jesús, lo entrega sin embargo por treinta monedas de plata, quedando poseído por el Demonio –“cuando Judas tomó el bocado, Satanás entró en él”-, para luego suicidarse por ahorcamiento.
“El que parte mi pan, se volvió contra mí”. Judas no es el único en traicionar a Jesús y las palabras de Jesús pueden dirigirse también a nosotros en la Santa Misa cuando comulgamos indignamente y la razón es que todo pecado, cualquier pecado, es una traición al Amor de Dios revelado en Jesús. El pecado es una traición a Jesús y a su Amor porque toda vez que pecamos elegimos el mal antes que a Jesús, que es el Bien y el Amor infinitos, cometiendo el mismo error de Judas Iscariote.
No entreguemos a Jesús; no lo traicionemos por los vanos y falsos atractivos del pecado. Al igual que Juan Evangelista, que eligió escuchar los latidos del Sagrado Corazón de Jesús y no el frío tintinear de las monedas de plata, como hizo Judas Iscariote, también nosotros pidamos la misma gracia, la de escuchar los dulces latidos del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús y no el frío tintinear de las monedas de plata. Para eso, pidamos a Nuestra Señora de la Eucaristía la gracia de la perseverancia final en la fe, en el amor y en las obras de misericordia, para que elijamos siempre vivir en gracia y evitar traicionar a Jesús con el pecado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario