sábado, 14 de abril de 2018

“(…) les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras”



(Domingo III - TP - Ciclo B – 2018)

         “(…) les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras” (Lc 24, 35-48). Jesús resucitado se aparece en medio de los Apóstoles, los cuales estaban escuchando el testimonio de los discípulos de Emaús, encontrándose incrédulos, como lo relata en otra parte el Evangelio. Ya se habían mostrado incrédulos cuando María Magdalena y las otras santas mujeres les habían relatado que Jesús se les había aparecido resucitado. Y ahora, cuando Jesús se les aparece a ellos en Persona, continúan manifestando incredulidad, según lo relata el Evangelio: “Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu”. De tal manera se muestran incrédulos, que Jesús les tiene que decir que Él no es un espíritu, un fantasma, sino Él en Persona, resucitado y glorioso. Les reprocha su incredulidad: “¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?” y además les pide que toquen su Cuerpo, para que comprueben que es el mismo Cuerpo que tenía antes de la Resurrección: “Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”, y “les mostró sus manos y sus pies”. Incluso les pide algo para comer: “¿Tienen aquí algo para comer?”.
Les pide algo para comer, come un trozo de pescado asado y luego les explica su misterio pascual: “Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”.
Luego Jesús hace algo, narrado por el Evangelio: “Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras”. Aunque ya les había explicado su misterio pascual, ahora vuelve a hacerlo, luego de “abrirles la inteligencia”, a lo que le agrega ahora el mandato de ir a predicar el Evangelio, la Buena Noticia de su muerte y resurrección “a todas las naciones”, es decir, a todo el mundo: “Y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”.
Hay un claro “antes y después” de que Jesús les “abra la inteligencia”: antes, están atemorizados, turbados, incrédulos y aunque ven a Jesús resucitado y escuchan de Él su misterio pascual, parecen no comprender lo que Jesús les dice, porque sus actitudes no cambian. Pero cuando Jesús sopla sobre ellos el Espíritu Santo, éste les “abre la inteligencia”, de manera que se vuelven capaces de conocer como Dios se conoce y de amar a Dios como Dios se ama; son capaces de reconocer a Jesús resucitado y glorioso; son capaces de salir del encierro en el que están “por temor a los judíos”, porque ahora poseen la Sabiduría, el Amor y la Fortaleza misma de Dios Trino, que les es participada por la gracia; son capaces de salir por el mundo entero a predicar que Jesús es  el Hombre-Dios que, con su sacrificio en cruz, ha vencido al Demonio, a la Muerte y el Pecado, nos ha concedido la gracia de la filiación divina, nos ha abierto las puertas del Cielo, nos ha librado de la eterna condenación en el Infierno y ha ido a prepararnos una habitación en la Casa del Padre para que, al final de nuestras vidas terrenas, seamos capaces de habitar para siempre en el Reino de los Cielos. Pero todo esto lo pueden comprender y pueden salir a evangelizar sólo después de que Jesús “les abriera la inteligencia” por la infusión del Espíritu Santo en sus almas. Sólo así, los Apóstoles pueden superar los estrechos límites de la razón humana que les impide contemplar y comprender los sublimes misterios sobrenaturales del Hijo de Dios. Antes de que Jesús “les abriera la inteligencia”, los Apóstoles sencillamente no comprendían lo que pasaba; ni siquiera eran capaces de reconocer a Jesús resucitado y glorioso, aun cuando lo tenían frente a sus propios ojos.
“(…) les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras”. La inmensa mayoría de los niños que cursan Catecismo de Comunión y Confirmación, como así también la inmensa mayoría de jóvenes y adultos que han recibido la instrucción sobre la fe, se encuentran en el estado de los Apóstoles antes de que Jesús “les abra la inteligencia”: no comprenden de qué se trata la religión católica y la prueba está en que no valoran ni entienden en qué consisten los sacramentos, principalmente el Bautismo, la Confesión sacramental, la Eucaristía y mucho menos entienden lo que es la Santa Misa. Es lógico que así sea, porque todo esto son prolongaciones y actualizaciones sacramentales del misterio pascual de Jesús, de su gloriosa Pasión, Muerte y Resurrección. Si queremos que esta apostasía que estamos viviendo, que vacía nuestras iglesias y llena estadios de fútbol y paseos de diversión los domingos, finalice, debemos implorar, por intermedio de María Santísima, Mediadora de todas las gracias, que también a nosotros Jesús nos sople el Espíritu Santo para que “abra nuestras inteligencias” a los misterios sobrenaturales de nuestra Santa Religión Católica.



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