viernes, 20 de abril de 2018

“Yo soy el buen Pastor”




(Domingo IV - TP - Ciclo B – 2018)

“Yo soy el buen Pastor” (Jn 10, 11-18). Jesús utiliza la imagen de un pastor y su rebaño, además de los malos pastores y del lobo, para graficar la realidad de su Iglesia y de la vida sobrenatural que en ella se desarrolla. También utiliza la imagen de ovejas que no están en su redil, de momento, pero que le pertenecen, para indicar que la acción evangelizadora de la Iglesia debe extenderse hacia ellos indicando así cuál es el verdadero ecumenismo, el ecumenismo en el que toda la humanidad debe convertirse a Él, al Cristo en el que cree la Religión Católica lo que significa que toda la humanidad debe pertenecer a la religión católica. Es esto -que toda la humanidad debe convertirse a la religión católica-, lo que Jesús le dice a Sor Faustina: “La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia”. Y como su Misericordia es Él que es Dios mismo, porque Dios es su misma Misericordia, lo que Jesús nos dice es que toda la humanidad tiene que entrar en ese redil suyo que es la Iglesia Católica.
En esta imagen del Buen Pastor, Jesús revela la composición de su Iglesia, compuesta por ovejas que están en el redil y por otras que deben ingresar aún; revela además los peligros que amenazan a su Iglesia, principalmente el Demonio, figurado en el lobo que acecha a las ovejas y en los malos pastores que, en vez de cuidar de las ovejas advirtiéndoles de los peligros que pueden causar su eterna condenación –comenzando por el no dominio de las pasiones y las atracciones del mundo sin Dios-, no les advierten de la existencia y peligrosidad del Lobo infernal, anestesiando su capacidad de reacción frente al Ángel caído. Jesús advierte entonces contra el Demonio, pero también contra los aliados del Demonio, los mismos sacerdotes de la Iglesia Católica que, cometiendo apostasía, entregarán a la Iglesia al enemigo de las almas ocultando la presencia y el accionar del Demonio, descuidando la doctrina –los que enseñan que Jesús no es Dios o que “no había registradores en tiempos de Jesús y por eso todo lo que sabemos de Él es relativo- y la liturgia –convirtiendo la Santa Misa en un show grotesco e indigno, con bailes, cánticos anti-litúrgicos, aplausos, etc.-, sobre todo la Eucarística. Otros peligros contra los que Jesús advierte son los falsos pastores, es decir, a aquellos que, haciéndose pasar por cristianos, no pertenecen a la Iglesia Católica y enseñan doctrinas cismáticas y heréticas –por ejemplo, los mormones, que se hacen llamar “Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”, pero no son cristianos sino paganos y panteístas, o la infinidad de sectas protestantes, que enseñan doctrinas perversas, como la Teología del dinero, por ejemplo-.
Para comprender en su sentido recto a esta parábola, es necesario entonces considerar que las imágenes del pastor, del rebaño, de las ovejas fuera del redil, de los malos pastores y del lobo, representan a realidades sobrenaturales. Así, Jesús compara a su Iglesia con un rebaño de ovejas; las ovejas somos los bautizados y Él es el Buen Pastor que cuida de sus ovejas; el redil, es decir, el corral donde las ovejas descansan, es la Iglesia Católica, con su Magisterio, su Doctrina, su Tradición y su Biblia, la Biblia Católica. Los pastos verdes y el agua hacia donde el buen pastor conduce sus ovejas, son la Eucaristía y los sacramentos que conceden la gracia santificante, alimentando a las almas con la gracia, que las hace participar de la vida divina de la Trinidad. Las ovejas que de momento no están en el corral pero que pertenecen a Él, son aquellos que no están bautizados en la Iglesia Católica y que pertenecen a otras confesiones religiosas –incluso ateos-, pero que están destinados a recibir la gracia de la conversión y del bautismo sacramental, que los hará ingresar en la verdadera y única iglesia de Dios Trino, la Iglesia Católica. Así Jesús indica cuál es el verdadero ecumenismo, el indicado a Santa Faustina: que toda la humanidad se convierta a Él, Jesús Misericordioso, el Jesús de la Iglesia Católica, el Dios de la Eucaristía, el Dios del sagrario. Pero como para poder unirse a Él en la Eucaristía es necesario estar bautizados en la Iglesia Católica y recibir la Doctrina católica sobre el Hombre-Dios, Jesús está afirmando que el verdadero y único ecumenismo es el que lleva a las almas a convertirse a Él, el Jesús católico y no el Jesús evangelista, o el Jesús de la Nueva Era[1], o el Jesús panteísta de Theillard de Chardin o cualquier otro Jesús que no sea el Jesús Eucarístico, el Hijo de Dios proclamado en el Credo católico. El lobo que acecha a las ovejas es el Demonio, solo que es infinitamente más peligroso que el lobo creatura, ya que éste lo máximo que puede hacer, movido por su instinto salvaje, es destrozar la tierna carne de las ovejas con sus dientes afiladas mientras que el Lobo Infernal, el Demonio, destroza a las almas con las garras afiladas de la tentación y el pecado, quitándoles la vida de la gracia y matando sus almas al hacerlas cometer el pecado, sobre todo, el pecado mortal. La vida que da el Buen Pastor –“el buen Pastor da su vida por las ovejas”- es la entrega literal de su vida en la Cruz y la actualización de esa entrega en la renovación sacramental del sacrificio de la cruz en cada Santa Misa, por la Eucaristía.
“Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí (…) y doy mi vida por las ovejas”. En la actualidad, por el destrato que dan a la Eucaristía, muchas ovejas no parecen conocer la voz del Pastor, que nos habla desde el sagrario. El Buen Pastor nos habla desde la Eucaristía y nos advierte que el Lobo infernal está en el mundo; así como un pastor llama a sus ovejas, así el Buen Pastor Jesucristo nos llama desde el sagrario y los que reconocemos su voz debemos acudir ante Él y postrarnos ante su Presencia Eucarística y así ser protegidos del Lobo infernal y ser preservados de la noche oscura que se avecina; debemos escuchar la voz del Buen Pastor que nos llama desde la Eucaristía, para recibir el consuelo del Amor de su Sagrado Corazón y para prepararnos para ingresar, amparados por su gracia y misericordia, el día en el que el Buen Pastor nos llame, al Reino eterno de los Cielos.



[1] Esta creencia grotesca afirma, entre otras cosas absurdas, que Jesús sería el capitán de una confederación intergaláctica, esperando aterrizar llegado el momento.

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