“Perdona
setenta veces siete” (Mt 18, 21-35). En
el Antiguo Testamento ya existía un mandamiento que establecía el perdón hacia
el prójimo que podía cometer una ofensa, por eso la pregunta es qué diferencia
hay con el mandamiento de Jesús, es decir, si es realmente un “mandamiento
nuevo” o bien se trata de una continuación con el mandamiento anterior. La respuesta
es que se trata de un mandamiento absolutamente nuevo y de tal manera, que lo
hace radicalmente distinto al anterior y veremos las razones.
Por
un lado, la diferencia está en el concepto de “prójimo”; por otro lado, la
diferencia está en el amor con el que se debe perdonar. En cuanto al concepto
de “prójimo”, para los hebreos, era prójimo sólo quien compartía la misma raza
y la misma religión, por lo que no se incluía en este mandamiento al resto de
los humanos, para los cuales valía la ley del Talión, ojo por ojo y diente por
diente. Para el cristiano, el “prójimo” es todo ser humano, independientemente
de su raza o religión. En cuanto al concepto de “amor”, en el Antiguo
Testamento se mandaba perdonar, pero por medio de un amor puramente humano: en
el Nuevo Testamento, en el mandamiento de Jesús, el amor con el que se debe
perdonar es el Amor de Dios, el Espíritu Santo y no el simple amor humano y
esto porque es el mismo Dios Hijo en Persona quien nos perdona con este Divino
Amor desde la Cruz. Entonces, si Jesús nos perdona con el Amor de Dios,
entonces nosotros debemos perdonar con ese mismo Amor con el cual somos amados
y perdonados por Dios, el Espíritu Santo. Por último, llama la atención la
cantidad de veces que estamos llamados a perdonar: Pedro creía que se podía
perdonar hasta siete veces, con lo cual, a la octava ofensa, se podía aplicar
la ley del Talión, pero para Jesús no solo la ley del Talión queda anulada,
sino que la cantidad de veces que debo perdonar a mi prójimo es ilimitada,
porque “setenta veces siete” significa “siempre”. Es decir, si mi prójimo me
ofende todos los días, todos los días debo perdonarlo, porque es la forma en
que participamos del perdón que Dios nos ha concedido en la Cruz, en Cristo
Jesús: en la Cruz, Jesús nos perdona sin medida, sin límites y así debe ser
nuestro perdón hacia nuestro prójimo.
Estas
diferencias hacen entonces que el mandamiento del perdón de Jesús sea
radicalmente nuevo y distinto al mandamiento del perdón que existía en el
Antiguo Testamento.
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