“¿Cómo
dicen los letrados que el Mesías es Hijo de David?” (Mc 12, 35-37). Jesús plantea esta dificultad sobre el origen del
Mesías, pero no con la idea de confundir a sus adversarios[1]. Jesús
estaba ocupado enseñando en el templo y deseaba más bien atraer la atención
sobre un aspecto importante de la doctrina de las Escrituras referente al
Mesías, que los escribas habían pasado por alto. Las profecías habían predicho
que el Mesías sería un descendiente de David; de hecho, “hijo de David” era el
título más popular del Mesías. No obstante, el título sugería un Mesías
meramente humano que restauraría el reino temporal de Israel. Ahora bien, Jesús
no se opone a la creencia de que el Mesías sería un descendiente de David, pero
cita un pasaje de la Escritura, el Salmo 109, 1, que indicaba que el Mesías
sería algo más que un simple hombre. Jesús cita el Salmo y lo atribuye a David,
quien, movido por el Espíritu Santo, llama “Señor” al Mesías: “Dijo el Señor –Yahvéh-
a mi Señor –Adonai-”, es decir, al Mesías. Si David, a quien era atribuido el
Salmo, llama al Mesías su Señor, entonces el Mesías es ciertamente algo más que
un “hijo de David”, es decir, es algo más que un hombre más, aunque sea de
descendencia real. El Mesías, entonces, proviene de sangre real, porque proviene
de la casa real del rey David –y por eso no tiene sangre pagana-, pero al mismo
tiempo es Dios encarnado, no es un simple hombre y por eso es que David lo
llama “Señor”, es decir, “Dios”. Si el Mesías fuera “hijo de David” en el
sentido de una mera descendencia humana, entonces no tendría sentido que David
lo llamara “Señor” o “Dios”. Y además, el hecho de que el Mesías se siente a la
diestra de Dios lleva a la misma conclusión: el Mesías es más que un hombre: es
el Hombre-Dios, que en cuanto Hijo de Dios, se sienta a la diestra de Dios
Padre. La respuesta a la dificultad: “Si el mismo David lo llama “Señor”, ¿cómo
puede ser hijo suyo?”, está en la doctrina de la Encarnación: en otras
palabras, esto quiere decir que David llama “Señor” al Mesías porque el Mesías es
Dios Hijo encarnado. Es decir, el Mesías es Yahvéh, el Dios Uno de los hebreos,
que se revela como Trino en Personas por medio de Jesús, y que se encarna, en
la Persona del Hijo, en la humanidad santísima de Jesús de Nazareth. Así, Jesús
es el “Señor” –Dios, Yahvéh- al que David llama “Señor” en el Salmo. Y ese “Señor”,
que es Dios, a quien llama David, es el mismo Yahvéh, el mismo Señor, el mismo
Dios Hijo, que está Presente, real, verdadera y substancialmente, en la Sagrada
Eucaristía.
[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum
Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Editorial Herder,
Barcelona 1957, 533.
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