martes, 18 de mayo de 2021

Solemnidad de Pentecostés


 (Ciclo B – 2021)

          “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,19-23). Jesús resucitado se aparece en medio de sus discípulos y, luego de darles la paz, les dona el Espíritu Santo, soplando el Divino Amor sobre su Iglesia Naciente. De esta manera, Jesús cumple su promesa de que, una vez resucitado, habría de ascender a la Casa del Padre para enviarles el Espíritu Santo: “Les conviene que Yo me vaya, para que les envíe el Paráclito”.

          Ahora bien, ¿qué obras hará el Espíritu Santo en la Iglesia Naciente? El Espíritu Santo realizará diversas obras en el Cuerpo Místico de Jesús.

          “Los guiará a la Verdad plena”: el Espíritu Santo iluminará las mentes de los discípulos, de toda la Iglesia Naciente y esto es importantísimo, porque esta iluminación divina consistirá en hacerlos partícipes de la Sabiduría Divina, con lo que superarán infinitamente los límites de la razón humana. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que, gracias a la iluminación del Espíritu Santo, los discípulos lograrán contemplar “la Verdad plena”, la “Verdad Absoluta” acerca de Dios, esto es, que Dios es Uno y Trino, que la Segunda Persona de la Trinidad se encarnó en la humanidad santísima de Jesús de Nazareth, que Jesús es Dios, que Jesús prolonga su Encarnación en la Eucaristía, que Jesús derrotó en la Cruz a los tres grandes enemigos de la humanidad, el Demonio, la Muerte y el Pecado. Es decir, el hecho de “guiarlos a la Verdad plena” significa que los discípulos serán capaces de contemplar los misterios absolutos de la Santísima Trinidad, misterios que se continúan con los misterios salvíficos de Jesucristo, el Hombre-Dios, y así serán capaces de creer en la Verdadera Fe Católica y no en una fe adulterada. Si el Espíritu Santo no iluminara las mentes de los discípulos, estos serían incapaces de comprender los misterios de Dios y de Jesucristo y así construirían una iglesia y una fe meramente humanas, racionalistas, en donde el misterio sobrenatural y la Verdad Absoluta de la Trinidad no tienen cabida, como sucede con las otras grandes religiones monoteístas, como el protestantismo, el judaísmo y el islamismo.

          “Glorificará a Jesús”: “El Espíritu Santo me glorificará”, dice Jesús y esto es una reparación, por parte de Dios, hacia Jesucristo, por el desprecio, la ignominia y la injusticia con la que Jesús fue tratado en su vida terrena, por la mayor parte de los hombres y también por sus discípulos, quienes lo abandonaron en la prueba de la Cruz. El Espíritu Santo glorificará a Jesús en la Resurrección, cuando insufle la Vida divina en su Cuerpo muerto y como esta Vida divina es también Gloria divina, el Cuerpo de Jesús, en el momento en el que vuelva a la vida, será también glorificado. Pero el Espíritu Santo obrará esta glorificación también en la Santa Misa, cuando por la fórmula de la transubstanciación, el pan y el vino sean convertidos en el Cuerpo y la Sangre glorificados del Señor Jesús. Por último, el Espíritu Santo glorificará a Jesús ante la Iglesia y ante el mundo, pues dará a conocer, a la Iglesia y al mundo, que Aquel que murió en la Cruz el Viernes Santo y resucitó el Domingo de Resurrección, era la Gloria del Padre, el Hijo de Dios, Cristo Jesús.

          “Los hará ser uno en el Padre, por Cristo, en el Amor de Dios”. La unidad en el Padre, por Cristo y el Amor entre unos y otros, por Cristo, será obra del Espíritu Santo, quien hará de todos los hombres de todos los tiempos, de todas las razas, de todas las religiones, un solo Cuerpo Místico, el Cuerpo Místico de Jesús, cuando todos los hombres de todos los tiempos y de todas las religiones se conviertan a la Única Iglesia del Único Dios Verdadero, Dios Uno y Trino. Y todos estos hombres, así unidos, amarán a Dios Trino y se amarán entre sí porque tendrán en ellos al Alma de la Iglesia, el Espíritu Santo. Por este motivo, al fin de los tiempos, todas las iglesias y las religiones del mundo desaparecerán, y quedará solo la Verdadera y Única Esposa Mística del Cordero, la Iglesia Católica y es en esto en lo que consiste el verdadero ecumenismo.

          “Les recordará lo que Jesús hizo y dijo”: por obra de la iluminación del Espíritu Santo en los intelectos de los miembros de la Iglesia, estos comprenderán que lo que hizo Jesús, sus milagros, eran milagros que sólo podían ser hechos por Dios en Persona y así se basarán en los milagros para confirmar y declarar su fe en Cristo Jesús como Dios Hijo encarnado.

          Les hará comprender las palabras de Jesús: “Yo me quedaré con ustedes hasta el fin del mundo”, palabras que se refieren al milagro de la transubstanciación, por medio del cual el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, cumpliendo así su promesa de quedarse en su Iglesia “todos los días, hasta el fin del mundo”, por medio de la Eucaristía.

         Convertirá los cuerpos de los discípulos en templos del Espíritu Santo y los corazones en altares de Jesús Eucaristía Es por esta razón que la Escritura dice: “Vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo” (cfr. 1 Co 6, 19-20). Ésta es la razón por la que los católicos deben cuidar sus cuerpos, en el sentido de procurar mantenerlos saludables, evitando los tatuajes o cualquier incisión o agregado corporal, además de, principalmente, vivir en estado de gracia, pues si el cuerpo es templo del Espíritu Santo, el corazón, como dijimos, es altar de Jesús Eucaristía.

          Les concederá sus siete dones, entre ellos, el don de la Fortaleza, don que les permitirá salir de su escondite y proclamar al mundo la Verdad de la Encarnación del Hijo de Dios en la humanidad santísima de Jesús de Nazareth, encarnación que se prolonga en la Eucaristía. Cuando Jesús se aparece a los discípulos, estos se encuentran escondidos, “llenos de temor” por los judíos, pero será el Espíritu Santo quien no solo les quitará la cobardía y el temor a los judíos, sino que les concederá el don de la fortaleza, por medio de la cual no tendrán más miedo a los judíos ni a nadie en este mundo, siendo imbuidos de una fortaleza sobrehumana, que hará que el Evangelio se propague por todos los rincones del mundo. Hoy estamos también con las puertas de las iglesias cerradas, pero no por miedo a los judíos, sino por un miedo irracional, ilógico, inducido por mentes criminales, a una partícula viral que ni siquiera tiene vida propia, pidamos al Espíritu Santo que nos dé también la fortaleza divina para que sólo tengamos miedo a lo que debemos tener: a la muerte eterna, a la segunda muerte, a la eterna condenación en el Infierno, y no a un virus. Dice San Cirilo de Alejandría “El Espíritu Santo los hace pasar del temor y la pusilanimidad a una decidida y generosa fortaleza de alma. Vemos claramente que así sucedió en los discípulos, los cuales, una vez fortalecidos por el Espíritu, no se dejaron intimidar por sus perseguidores, sino que permanecieron tenazmente adheridos al amor de Cristo”[1].

         El Espíritu Santo hará “brotar torrentes de agua viva”, es decir, de gracia santificante, de los corazones de quienes crean en Cristo Dios, Presente en Persona en la Eucaristía y así esas personas serán como manantiales vivientes del Divino Amor en el árido desierto de la humanidad sin Dios, característica de los últimos tiempos. También San Cirilo de Jerusalén afirma que “el Espíritu transforma y comunica una vida nueva a aquellos en cuyo interior habita”[2].

         “Reciban el Espíritu Santo”. Jesús infunde el Espíritu Santo en Pentecostés, para iluminar las mentes y los corazones de los bautizados y para iniciar su obra, la obra de la Tercera Persona de la Trinidad, en cada bautizado. Pero no solo en Pentecostés Jesús infunde su Espíritu Santo: en cada comunión eucarística, Jesús, junto al Padre, soplan el Espíritu Santo, el Fuego del Divino Amor, en nuestros corazones. Por esta razón, que nuestros corazones, que son negros, fríos y endurecidos como el carbón, se conviertan en brasas incandescentes que ardan con el Fuego del Amor Santo de Dios, el Espíritu Santo.

 

 

 



[1] Libro 10, 16, 6-7: PG 74, 434.

[2] Cfr. ibidem.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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