“La
vida eterna es que te conozcan a Ti y a tu Hijo Jesucristo” (Jn 17, 1-11a). La novedad absoluta del
cristianismo es que el Mesías, el Hijo de Dios encarnado, ha venido a traer, a
los hombres, la vida eterna, la vida absolutamente divina, la vida que brota,
como de una fuente inagotable, del Ser divino trinitario.
Ahora
bien, ¿en qué consiste la vida eterna? Esta vida eterna consiste, según
revelación del mismo Jesucristo, consiste en “conocer” a dos Personas, en este
caso, dos Personas divinas: el Padre y el Hijo: “La vida eterna es que te
conozcan a Ti y a tu Hijo Jesucristo”. El conocimiento de estas dos divinas
Personas no puede ser deducido, de ninguna manera, por el intelecto creado, por
lo que se necesita que sea revelado de lo alto, es decir, se trata de un
conocimiento que proviene del mismo Dios, puesto que ni el hombre, ni el ángel,
son capaces de deducir que en Dios existen dos Personas, el Padre y el Hijo. Entonces,
quien quiera tener vida eterna, tiene que conocer al Padre y al Hijo, pero aquí
entonces se presenta un problema, porque como dijimos recién, ni el hombre, ni
el ángel, pueden alcanzar este conocimiento, por lo cual hay necesidad esencial
de que ese conocimiento sea transmitido por el mismo Dios. Aquí se presenta
otro elemento a considerar, para quien desee tener la vida eterna: quien da el
conocimiento del Padre y del Hijo, es decir, quien revela que el Dios Uno del
judaísmo es Padre y también Hijo, es el Espíritu Santo, la Tercera Persona de
la Trinidad. El Espíritu Santo, espirado por el Padre y el Hijo, es quien
revela el Verdadero conocimiento de Dios: que es Uno, pero que en Él, misteriosamente,
hay Tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, Personas que no
conforman una tríada de dioses, sino que son un Único y Verdadero Dios, puesto
que estas Personas divinas poseen el mismo Ser divino trinitario y la misma
naturaleza divina trinitaria. De esto se sigue que, quien quiera tener vida
eterna, debe conocer al Padre y al Hijo, pero para conocer al Padre y al Hijo,
es necesario que ese conocimiento sea transmitido por la Tercera Persona de la
Trinidad, el Espíritu Santo.
“La
vida eterna es que te conozcan a Ti y a tu Hijo Jesucristo”. Si queremos tener
vida eterna en nosotros, debemos suplicar el don del Espíritu Santo, quien nos
dará la vida eterna al darnos el conocimiento del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
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