domingo, 16 de mayo de 2021

“Que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos”

 


“Que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos” (Jn 17, 20-26). Jesús quiere, para sus discípulos, para su Iglesia, la unidad, pero también quiere algo más: quiere que los discípulos, los que forman su Iglesia, estén inhabitados por el Amor con el que el Padre lo amó y lo ama a Él desde la eternidad, el Espíritu Santo, el Divino Amor. Será el Espíritu Santo, enviado por Él y el Padre desde el Cielo, una vez que Él resucita y ascienda al Cielo, quien unirá a sus discípulos en una sola fe, en una sola Iglesia, en un solo Bautismo, en la fe en un  solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero el Espíritu Santo no sólo dará la unidad de la Iglesia, sino que dará también el Amor con el cual los integrantes de la Iglesia de Cristo se amarán entre sí y ese Amor es Él mismo, el Espíritu Santo en Persona. Es decir, el Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, unirá a los fieles de la Iglesia de Cristo en una sola Iglesia, en la que todos estarán inhabitados por el mismo Amor de Dios, el Espíritu Santo, el Divino Amor. Y esto hará que los miembros de la Iglesia, los bautizados en la Iglesia Católica, tengan a Cristo con ellos, porque el Espíritu Santo los hará formar un solo Cuerpo con Cristo, los hará integrantes del Cuerpo Místico de Cristo. Es el Espíritu Santo el que llevará a cabo el doble deseo de Jesús para su Iglesia, la de que sus integrantes tengan el mismo Amor con el que Él es amado por el Padre desde la eternidad y que Él esté en ellos, para que ellos estén con Él: “Que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos”.

Esto da una pista para saber quién pertenece, en espíritu y en verdad, a la Iglesia Católica, la Iglesia de Cristo y quién no: quien posea el Amor del Espíritu Santo en su corazón –y por lo tanto posea a Cristo con él-, ése tal será quien forme parte del Cuerpo Místico de Jesús. Esto se demuestra por muchas cosas, entre otras, el amar al enemigo, el cargar la cruz de cada día, el cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios, etc. Es decir, no basta sólo con ser bautizados para pertenecer a Cristo, en espíritu y en verdad, es necesario también poseer su Espíritu, que es el Espíritu Santo, el Amor Divino, donado en Pentecostés y en cada Eucaristía.

 

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