“Que
el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos” (Jn 17, 20-26). Jesús quiere, para sus
discípulos, para su Iglesia, la unidad, pero también quiere algo más: quiere
que los discípulos, los que forman su Iglesia, estén inhabitados por el Amor
con el que el Padre lo amó y lo ama a Él desde la eternidad, el Espíritu Santo,
el Divino Amor. Será el Espíritu Santo, enviado por Él y el Padre desde el
Cielo, una vez que Él resucita y ascienda al Cielo, quien unirá a sus
discípulos en una sola fe, en una sola Iglesia, en un solo Bautismo, en la fe
en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Pero el Espíritu Santo no sólo dará la unidad de la Iglesia, sino que
dará también el Amor con el cual los integrantes de la Iglesia de Cristo se amarán
entre sí y ese Amor es Él mismo, el Espíritu Santo en Persona. Es decir, el
Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, unirá a los fieles de la
Iglesia de Cristo en una sola Iglesia, en la que todos estarán inhabitados por
el mismo Amor de Dios, el Espíritu Santo, el Divino Amor. Y esto hará que los
miembros de la Iglesia, los bautizados en la Iglesia Católica, tengan a Cristo
con ellos, porque el Espíritu Santo los hará formar un solo Cuerpo con Cristo,
los hará integrantes del Cuerpo Místico de Cristo. Es el Espíritu Santo el que
llevará a cabo el doble deseo de Jesús para su Iglesia, la de que sus
integrantes tengan el mismo Amor con el que Él es amado por el Padre desde la
eternidad y que Él esté en ellos, para que ellos estén con Él: “Que el amor con
que me amas esté en ellos y yo también en ellos”.
Esto
da una pista para saber quién pertenece, en espíritu y en verdad, a la Iglesia
Católica, la Iglesia de Cristo y quién no: quien posea el Amor del Espíritu
Santo en su corazón –y por lo tanto posea a Cristo con él-, ése tal será quien
forme parte del Cuerpo Místico de Jesús. Esto se demuestra por muchas cosas,
entre otras, el amar al enemigo, el cargar la cruz de cada día, el cumplir los
Mandamientos de la Ley de Dios, etc. Es decir, no basta sólo con ser bautizados
para pertenecer a Cristo, en espíritu y en verdad, es necesario también poseer
su Espíritu, que es el Espíritu Santo, el Amor Divino, donado en Pentecostés y
en cada Eucaristía.
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