(Domingo
XII - TO - Ciclo B – 2021)
“¿Quién es Éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”
(Mc 4, 35-41). Jesús y sus discípulos
deciden cruzar en barca hasta la otra orilla del lago. En el trayecto, suceden
dos cosas llamativas: por un lado, Jesús se duerme profundamente, “reclinado
sobre un almohadón”; por otro lado, se desata una furiosa tormenta, con vientos
huracanados que crean y agigantan olas de tal tamaño, que amenazan con hundir a
la barca. El peligro de hundimiento es tan real, que los discípulos mismos
deciden despertar a Jesús: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Es en
ese momento en el que Jesús increpa al viento y al mar, cesando en el acto la
tormenta y el peligro de hundimiento. Este milagro provoca la admiración de los
discípulos quienes, no dándose cuenta todavía de que Jesús es Dios y que por
eso le obedecen los elementos de la naturaleza –Él es su Creador-, se
preguntan: “¿Quién es Éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”.
Ahora
bien, más allá del episodio y del milagro realizado por Jesús, la escena evangélica
de la Barca de Pedro a punto de hundirse en medio de un mar enfurecido, es
figurativa y representativa de realidades sobrenaturales: la barca de Pedro, en
la que van Jesús y los discípulos, es la Iglesia Católica; Pedro es el Papa, el
Vicario de Cristo; los discípulos son los bautizados; el mar embravecido es la
historia de la humanidad y de cada hombre cuando se encuentran sin Dios y su
gracia; el viento, que sopla con intensidad creando y agigantando las olas, es
el Demonio, el Ángel caído, que así como el viento huracanado convierte el
manso mar en un océano de olas inmensas que amenazan a la barca, así el
Demonio, instigando a los hombres sin Dios, los incita para que ataquen a la
Iglesia y traten de destruirla por todos los medios. Por último, hay una imagen
que no pasa desapercibida y es el hecho de que Jesús, a cuyo mando está la
barca, es decir, la Iglesia, está dormido e incluso sigue dormido, hasta un
punto tal que la barca parece que va a hundirse por la intensidad del viento y
la altura de las olas. El hecho de que Jesús duerma y parezca que la barca está
a punto de hundirse, es la descripción de lo que sucede en nuestros días: Jesús
está en la Eucaristía y en la Eucaristía, al no hablar ni mostrarse
visiblemente, pareciera como si estuviera dormido, pero en realidad, no lo está
y aunque parezca que la situación en la Iglesia y en el mundo están fuera de
control, nada escapa, ni siquiera por un segundo, a su control total, puesto
que Jesús Eucaristía es Cristo Dios. Sólo basta que Él “despierte”, por así
decirlo, y con una sola orden de su voz, conceda a la humanidad la gracia de la
conversión y condene al Demonio a lo más profundo del Infierno, con lo cual
volverán al instante la calma y la paz más profundas, en la Iglesia y en el
mundo. Ahora bien, podemos preguntarnos, visto y considerando que la gran
mayoría de los católicos abandona la Iglesia, apenas terminan el Catecismo de
Primera Comunión y la Confirmación, pareciera que quien está dormido, en la
Iglesia, no es Jesucristo, sino el cristiano que, habiendo recibido la gracia
de la filiación divina en el Bautismo, la gracia del Corazón de Jesús en la
Eucaristía y la gracia del Amor de Dios en la Confirmación, vive como si fuera
pagano, puesto que vive en la vida de todos los días como si Jesús Dios no
existiera, como si nunca hubiera recibido la gracia de ser hijo de Dios, como
si nunca hubiera recibido al Corazón Eucarístico de Jesús, como si nunca
hubiera recibido al Divino Amor, el Espíritu Santo. Entonces, al revés del
episodio del Evangelio, en la actualidad, quienes parecen dormidos, son los
bautizados y no Jesús Eucaristía. Es por eso que el mundo se embravece,
instigado por el Ángel caído, para tratar de destruir la Iglesia. Esto se ve,
por ejemplo, en las marchas feministas, que incendian y destruyen iglesias por
todas partes del mundo; se ve en las resoluciones de la Organización de las
Naciones Unidas –organización masónica y anticristiana-, que declara a la
Iglesia como “enemiga de los derechos humanos”, porque la ONU llama “derechos
humanos” a todo lo que atenta contra la Ley de Dios, como el aborto, la
eutanasia, la promiscuidad sexual, la manipulación genética humana, etc. Y
dentro de la Iglesia, también hay enemigos que buscan hundirla, porque entre
otras cosas, muchos buscan quitar todo vestigio de la Presencia real, verdadera
y substancial del Hombre-Dios Jesucristo en la Eucaristía. Todo esto pasa
porque quien parece dormido, en la Iglesia, la Barca de Pedro, es el propio
católico y no Jesucristo. Entonces, ¿quién tiene que despertar, para defender a
la Iglesia de sus enemigos? ¿Jesús Eucaristía o los católicos? Es obvio que los
católicos, porque no hay católicos –o si los hay, son muy escasos- que salgan
en defensa de la Iglesia, frente a la agresión laicista, materialista, atea y
marxista que sufre la Iglesia en todo momento y en todo lugar. Es hora, por lo
tanto, de despertar del letargo de creer que no existe el Demonio y que las
ideologías humanas sin Dios no buscan destruir la Iglesia. Es hora de
despertar, porque la Barca está en peligro. Jamás se hundirá, porque Jesús, el
Hombre-Dios, es el Capitán de la Barca, en cuanto Hombre-Dios. Pero eso no
significa que no debamos despertar del letargo en la verdadera fe católica en
la que ha caído gran parte del Nuevo Pueblo de Dios.
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