viernes, 4 de junio de 2021

“Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos”

 


“Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos” (cfr. Mt 5, 20-26). Una condición que pone Jesús para entrar en el Reino de los cielos es “ser mejores” que los escribas y fariseos. Para saber de qué manera podemos ser mejores, debemos reflexionar en qué es aquello en lo que los fariseos “no eran mejores”. En otras palabras, ¿en qué fallaban los escribas y fariseos, si ellos eran hombres de religión y, en teoría, eran buenos? Ante todo, hay que considerar el hecho de que pertenecer a una religión y el practicar la religión, al menos exteriormente, no significa que la persona sea “buena”, ni mucho menos “santa”. Esto último, el que la persona que profesa una religión sea buena o santa, lo sabe sólo Dios, quien es el que lee los corazones y no se fija en las apariencias. Precisamente, con relación a los fariseos, Jesús no les reprocha su condición de religiosos, de ser hombres de religión: les reprocha el hecho de que no son coherentes, con sus acciones, con la religión que profesan. Es decir, ellos profesan una religión monoteísta, que cree en Dios Uno y cuyo Primer Mandamiento, el más importante de todos, manda “Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo”, pero no ponen en práctica ese mandamiento, porque sólo les interesa, de la religión, el poder y el ser reconocidos –les gusta ser saludados en las plazas y sentarse en los primeros lugares- y descuidan el amor hacia el prójimo, empezando por los padres –declaran sagrada la ayuda a los padres, para no tener que ayudarlos y así quedarse con el dinero del templo- y es esto lo que denuncia Jesús y les reprocha. Entonces, no aman a Dios, porque se aman a sí mismos y tampoco aman al prójimo, porque aman al dinero, lo cual les vale el ser calificados por Jesús como “sepulcros blanqueados”.

Al considerar los errores de los escribas y fariseos, nosotros, los cristianos, debemos estar muy atentos a no cometer los mismos errores, porque no por ser bautizados y asistir a Misa y comulgar, eso significa que somos buenos y santos, porque si no ponemos en práctica el Mandamiento Nuevo del Amor de Jesucristo –“Ámense los unos a los otros como Yo los he amado”-, entonces somos sepulcros blanqueados, como los escribas y fariseos.

Que el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que se derrama en nuestros corazones en cada Comunión Eucarística, nos permita amar a Dios y al prójimo como nos amó Cristo, hasta la muerte de cruz y con el Amor de Dios, el Espíritu Santo.

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