“Quien
cumpla y enseñe los Mandamientos, será grande en el Reino de los cielos” (cfr. Mt 5, 17-19). Todo ser humano tiene
deseos de grandeza, por el hecho de haber sido creados por un Dios que es
infinito y de majestad infinita. El deseo de grandeza del ser humano es un
espejo o un reflejo de la grandeza que posee su Creador, Dios Trino, de
grandeza y gloria infinita. Ahora bien, Jesús nos da la fórmula para satisfacer
ese deseo de grandeza: cumplir y enseñar los Mandamientos de la Ley de Dios: “Quien
cumpla y enseñe los Mandamientos, será grande en el Reino de los cielos”. Esta
última parte de la frase de Jesús es muy importante considerarla y reflexionar
sobre ella, porque la grandeza que promete Jesús se consigue, por un lado,
cumpliendo y enseñando los Mandamientos de la Ley de Dios y por otro lado, se
la posee, no en esta tierra, sino en el Reino de los cielos, en la otra vida,
en la vida eterna. El cumplir la Ley de Dios y el enseñarla a otros, no es
garantía de grandeza en esta vida, porque Jesús no promete una gloria que es
terrena, sino que promete la gloria eterna, la gloria de los bienaventurados,
la gloria de los que contemplan a la Trinidad cara a cara. La grandeza que promete
Jesús no es mundana, terrena, temporal, sino celestial, divina, sobrenatural,
eterna y por eso no debemos esperarla en esta tierra, sino en la otra vida.
Todavía más, para aquellos que cumplan la Ley de Dios y la enseñen a los demás,
les puede esperar toda clase de tribulaciones, como les sucedió a los santos de
todos los tiempos, incluidas la persecución y la muerte. Es decir, en esta
vida, no debemos aspirar a la grandeza y a la gloria terrenas, sino a la
grandeza y a la gloria divinas, que nos será concedida si en nuestra vida
terrena cumplimos los Mandamientos de la Ley de Dios y enseñamos a los demás a
cumplirlos. Sólo así seremos grandes en el Reino de los cielos, aunque en la
tierra seamos pequeños, insignificantes e ignorados por el mundo.
Adorado seas, Jesús, Cordero de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios oculto en el Santísimo Sacramento del altar. Adorado seas en la eternidad, en el seno de Dios Padre; adorado seas en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre; adorado seas, en el tiempo de la Iglesia, en su seno, el altar Eucarístico. Adorado seas, Jesús, en el tiempo y en la eternidad.
viernes, 4 de junio de 2021
“Quien cumpla y enseñe los Mandamientos, será grande en el Reino de los cielos”
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