martes, 4 de abril de 2023

Domingo de Resurrección

 


(Domingo de Resurrección - Ciclo A – 2023)

         ¿Cómo fue la Resurrección de Jesús? Para responderlo, aplicamos la oración de los sentidos, de San Ignacio de Loyola. Nos ubicamos el Viernes Santo en el Santo Sepulcro, de rodillas, observamos cómo depositan el Cuerpo muerto de Jesús, cómo lo envuelven en la Sábana Santa y le colocan el Santo Sudario en el Rostro. Vemos cómo todos lloran en silencio y se van retirando de a uno, siendo la Virgen, acompañada por San Juan, la última en retirarse. La puerta del Santo Sepulcro, una enorme piedra, se cierra, dejando el sepulcro en completa oscuridad. Nuestros ojos no ven nada, pero de a poco se van acostumbrando a la oscuridad, de manera que podemos ver, en penumbras, al sepulcro y, encima de él, la silueta del Cuerpo de Jesús.

         Todo en el sepulcro está a oscuras y en silencio absoluto. Jesús está muerto. Así pasamos lo que resta del Viernes Santo y todo el Sábado Santo, haciendo oración y adoración ante el Cuerpo de Jesús que, aunque está muerto, sigue unido a la divinidad.

         De pronto, el Domingo a la madrugada, es decir, el tercer día luego de la muerte de Jesús, sucede algo inesperado: a la altura del Corazón de Jesús, vislumbramos una pequeña pero muy intensa luz, que, desde el Corazón, comienza a difundirse por todo el Cuerpo de Jesús, en todas direcciones, tanto hacia arriba, hacia la Cabeza, como hacia abajo, hacia el resto del Cuerpo. Y a medida que la luz se difunde, va cobrando vida cada órgano, cada célula, del Cuerpo de Jesús, de manera que al final del recorrido de la luz, que es casi instantáneo, todo el Cuerpo de Jesús resplandece con la luz de la gloria divina, una luz que es más resplandeciente que miles de millones de soles juntos.

         Al mismo tiempo que la luz hace cobrar vida al Cuerpo de Jesús, sobre todo cuando comienza en el Corazón, comienzan a oírse, primero, los latidos del Corazón de Jesús, que retumban en el Santo Sepulcro con un ritmo vivo, el ritmo que posee todo corazón que late con toda la vida, en este caso, con la vida de la divinidad, de manera que por un momento, solo se escucha el retumbar de los latidos del Corazón de Jesús. Inmediatamente, comienzan a sentirse otro sonido, son los cantos de alegría, entonados por cientos de miles de ángeles, que han acudido al Santo Sepulcro, para adorar a su Señor, el Señor Jesucristo, que ha resucitado glorioso de la muerte.

         Ese mismo Jesús, glorioso y resucitado, que estaba tendido en el sepulcro y que ahora vive para siempre, es el mismo Jesús que, glorioso y resucitado, se encuentra oculto en las apariencias de pan y vino, en la Sagrada Eucaristía y esta es la razón de la alegría de la Iglesia en este día: Jesús no solo ha resucitado, sino que se encuentra en medio de nosotros, en Persona, vivo, resucitado y glorioso, en la Sagrada Eucaristía, para comunicarnos la paz, la alegría y la vida de su Corazón, la vida de la Trinidad.

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