martes, 18 de abril de 2023

“La luz vino al mundo, pero el perverso no vive en la luz, sino en la oscuridad”

 


“La luz vino al mundo, pero el perverso no vive en la luz, sino en la oscuridad” (Jn 3, 16-21). Al hacer esta declaración, Jesús está revelando la naturaleza luminosa de la Encarnación, por un lado, y el estado de tinieblas en las que se encuentra el hombre que, sin la gracia, vive en la más completa oscuridad espiritual.

Cuando Jesús habla de luz y de oscuridad, lo hace evidentemente en términos naturales, preternaturales y sobrenaturales: la oscuridad dela que habla Jesús es de orden natural y preternatural, porque la oscuridad en la que se encuentra inmersa la tierra, desde la caída de Adán y Eva por el pecado original, es la oscuridad de la razón humana, que con fatiga llega apenas, con mucho esfuerzo, al conocimiento de Dios Uno; oscuridad preternatural o angélica, porque también desde la caída de Adán y Eva la tierra toda y sobre todo las almas de los hombres, están envueltas en las siniestras tinieblas de los ángeles caídos, los demonios, con Satanás a la cabeza.

Ahora bien, cuando Jesús habla de luz, habla de luz en sentido sobrenatural, porque se trata de la luz divina y eterna que brota del Ser divino trinitario y es esa luz que, con la Encarnación, “vino al mundo”, para iluminar a los que viven “en tinieblas y en sombras de muerte”, para iluminar a los hombres que viven dominados por las tinieblas vivientes, los habitantes del Infierno, los ángeles caídos. Jesús, Dios Hijo encarnado, es la Luz Eterna que, proviniendo eternamente del seno del Padre, ilumina con la luz divina de su Ser divino trinitario a quien se le acerca con fe, devoción y amor, en la Sagrada Eucaristía y en la Santa Cruz.

Pero el acercarnos a Jesús y dejarnos iluminar por su divina luz, es algo que depende de nuestro libre albedrío, por eso, quien no quiere ser iluminado por Cristo, vive en la oscuridad satánica, obra las obras del Reino de las tinieblas, se goza en la oscuridad maligna y no se acerca a la Luz Eterna, no se acerca, ni a la Eucaristía, ni a la Santa Cruz. De nuestra libertad depende vivir, en el tiempo terreno que nos queda y luego en la eternidad, en la luminosa Luz Eterna de Cristo Dios o en la oscuridad siniestra de las tinieblas vivientes, el Reino de las sombras, donde no hay redención.

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