lunes, 17 de abril de 2023

"El Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en Él, tenga vida eterna"

 


“El Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en Él, tenga vida eterna” (Jn 3, 5a. 7b-15). Jesús recuerda el episodio del Pueblo Elegido en el desierto, cuando fueron atacados por serpientes venenosas y, por indicación divina, Moisés construyó una serpiente de bronce y la levantó en alto, de modo que todo el que la miraba, quedaba curado de la mordedura venenosa de las serpientes.

Este episodio es figura y anticipación de la crucifixión de Jesús: las serpientes son los demonios, los que peregrinan en el desierto somos los integrantes del Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica; el veneno de las serpientes es el pecado mortal; las mordeduras de las serpientes son las tentaciones demoníacas; la serpiente de bronce que sana milagrosamente a quien la ve, es representación de Jesús crucificado, quien da la vida eterna a quien lo contempla con fe, con amor y devoción. 

Es desde la cruz de donde el alma obtiene la vida divina, la vida eterna, el perdón de los pecados y la santificación del alma, es por esto que debemos postrarnos ante Jesús crucificado, cuando sintamos el ardor de las pasiones y la acechanza o incluso la mordedura de las serpientes, los ángeles caídos, los demonios.

Pero Jesús también está en la Eucaristía, y ahí está en Persona, por esto mismo, quien contempla a Jesús Eucaristía, recibe de Él la vida divina, la vida eterna, la vida de su Sagrado Corazón Eucarístico, la vida misma de la Santísima Trinidad. Adoremos a Jesús en la Cruz y en la Eucaristía y así no solo seremos curados de las tentaciones y protegidos de las acechanzas del demonio, sino que ante todo obtendremos la vida eterna, la vida de Dios Uno y Trino.

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