“Cuando
des un banquete invita a los que no pueden retribuirte” (Lc 14, 12-14). Jesús no enseña reglas de urbanidad ni de
filantropía, sino cuál es la verdadera caridad cristiana: dar de lo propio a
quien, por su indigencia, no tiene modo de retribuir.
El
almuerzo o banquete representan los bienes, tanto materiales como espirituales,
que se ofrecen al prójimo más necesitado, y así como en un banquete se da al
agasajado lo mejor de lo que se tiene, así también debe ser en la ayuda que se
presta al prójimo: se debe dar de lo mejor que se tiene, tanto en el orden
material, como en el espiritual.
Aunque
parezca obvio, hay muchos católicos, incluso practicantes, que no tienen estos
consejos presentes, o los malinterpretan, y es así como piensan que “hacer caridad”
es dar de lo que sobra, de lo que ya no se usa, de lo que falta un paso para
que ser convierta en chatarra. De esta manera, convierten a Cáritas Parroquial
en un depósito de chatarra, de material inservible, de ropas viejas, gastadas,
que no las usarían ni siquiera las mascotas del que las regala.
Más
que hacer caridad, esta clase de cristianos lo que hace es convertir a Cáritas
de la parroquia en un depósito de cosas inservibles, a las que incluso es más
cómodo llevarlas ahí que al vertedero de residuos.
Esto
no es caridad cristiana; a lo sumo es justicia, y ni siquiera justicia, porque
dar de lo que no sirve, o de lo que se está a punto de desechar como residuo,
más que justicia, es injusticia, porque debería haberse dado antes de que no sirva
más.
Pero
en el consejo de Jesús de dar a quien no puede retribuir a causa de su
indigencia, hay otro aspecto, mucho más profundo, y es la imitación del Amor de
Dios Padre, porque es Dios Padre quien organiza un banquete, el banquete
celestial, la Santa Misa, para agasajar a quienes son indigentes, porque no
pueden de ninguna manera retribuir, los hombres pecadores, y da lo que más ama,
su Hijo Unigénito. El católico que da de lo que necesita él para vivir, imita
entonces a Dios Padre, que da toda su vida divina en el don de su Hijo Jesús en
la Eucaristía.
“Cuando
des un banquete invita a los que no pueden retribuirte”. Cada Misa es un
banquete organizado por Dios Padre, para nosotros, indigentes, que no podemos
retribuirle. Aunque en realidad, sí podemos hacerlo, sí podemos retribuir la
invitación de Dios Padre, y con creces, cuando le ofrecemos, en acción de
gracias por su invitación, a su Hijo Jesús en la Eucaristía.
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