A
pesar de la magnificencia de la Basílica de San Juan de Letrán –el primer
templo consagrado a Dios en la cristiandad-, la Iglesia es consciente de que el
verdadero templo de Dios está formado no por elementos materiales, sino por “piedras
vivas”, es decir, por los bautizados, y esta creencia se expresa en la oración
colecta: “Señor, que construyes un templo eterno para ti con piedras vivas, que
son tus elegidos, aumenta en la Iglesia los dones del Espíritu”. Esta doctrina,
a su vez, se funda en la Revelación, según lo expresado en la Primera Carta a
los Corintios: “El cuerpo es templo del Espíritu Santo” (6, 19). Para San Pablo,
la Iglesia está compuesta ante todo por templos vivientes, debido a la gracia
santificante recibida en el bautismo sacramental.
Ahora
bien, esta gracia no es apreciada por la inmensa mayoría de los cristianos,
quienes lejos de considerar a sus cuerpos como templos vivientes del Santo
Espíritu de Dios, lo profanan a diario por medio de modas, bailes, vestimentas,
diversiones, exhibiciones escandalosas, tan impúdicos, que hacen sonrojar a los
ángeles del cielo, y hacen quedar, a las profanaciones y sacrilegios cometidas
en los regímenes marxistas ateos, como fracasados intentos de principiantes.
Es conocido por todos que, en los regímenes comunistas, los
templos católicos fueron profanados, y convertidos en almacenes, en depósitos,
en cines, en museos; sus imágenes sagradas fueron incendiadas, profanadas,
destruidas; sus altares fueron derribados. El régimen comunista, ateo y materialista
por esencia, tiene por fin único combatir y destruir a la Iglesia Católica, la
única Iglesia en donde se da el culto verdadero, al adorar “en espíritu y en
verdad” a Dios Trino. Esto es lo que explica la saña con la que los regímenes
de este tipo tengan por fin destruir todo vestigio de presencia de la Iglesia
Católica, destruyendo en primer lugar sus templos, lugar físico de congregación
del pueblo de Dios.
Pero hay un régimen que supera en malicia y astucia al
comunista, y es el régimen liberal y capitalista, porque no se destruyen los
templos materiales, los cuales quedan incólumes, sino que, con la permisión
libertina de todo tipo de excesos, y con la elevación a rango de derecho humano
de todas las perversiones humanas, se logra corromper el corazón del hombre,
aquello que ha sido convertido, por el bautismo, en templo y sagrario del Dios
viviente.
El actual occidente capitalista en nada tiene que envidiar a
las profanaciones y sacrilegios llevadas a cabo en los países de extracción
comunista, porque la degradación moral y el vacío espiritual conseguido por la
rienda suelta al materialismo y a la lujuria, a la embriaguez y a la
drogadicción, y a toda clase de desenfrenos, supera con creces a las profanaciones de los templos materiales del marxismo.
Sucede
en estos regímenes liberales como cuando se arroja la bomba de neutrones, que aniquila
toda vida, pero deja intactos a los edificios materiales: el libertinaje
actual, expresado en casi infinitos programas de televisión, en las leyes
inmorales, en la difusión masiva de la pornografía, deja intacto el cuerpo
material, pero arrasa hasta el suelo con el alma espiritual, enlodándola con la
inmundicia del pecado, y logrando su objetivo: des-consagrar los templos
vivientes del Espíritu Santo, los bautizados, para consagrarlos a Asmodeo, el
demonio de la lujuria.
Es
necesario entonces suplicar a María, la Medianera de todas las gracias, que
interceda para que la presencia del Espíritu Santo en sus templos vivos, los
bautizados en la Iglesia Católica, sea cada vez más fuerte, tan fuerte, que
llegue a ser percibida por los cristianos, para que estos no solo dejen de
profanar el cuerpo, sino que lo hermoseen con la gracia, y así la Santísima
Trinidad sea adorada en los altares de sus corazones, en el tiempo y en la
eternidad.
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