jueves, 8 de noviembre de 2012

La mayoría de los templos vivientes del Dios Altísimo, han sido arrasados por el libertinaje de la sociedad moderna




A pesar de la magnificencia de la Basílica de San Juan de Letrán –el primer templo consagrado a Dios en la cristiandad-, la Iglesia es consciente de que el verdadero templo de Dios está formado no por elementos materiales, sino por “piedras vivas”, es decir, por los bautizados, y esta creencia se expresa en la oración colecta: “Señor, que construyes un templo eterno para ti con piedras vivas, que son tus elegidos, aumenta en la Iglesia los dones del Espíritu”. Esta doctrina, a su vez, se funda en la Revelación, según lo expresado en la Primera Carta a los Corintios: “El cuerpo es templo del Espíritu Santo” (6, 19). Para San Pablo, la Iglesia está compuesta ante todo por templos vivientes, debido a la gracia santificante recibida en el bautismo sacramental.
Ahora bien, esta gracia no es apreciada por la inmensa mayoría de los cristianos, quienes lejos de considerar a sus cuerpos como templos vivientes del Santo Espíritu de Dios, lo profanan a diario por medio de modas, bailes, vestimentas, diversiones, exhibiciones escandalosas, tan impúdicos, que hacen sonrojar a los ángeles del cielo, y hacen quedar, a las profanaciones y sacrilegios cometidas en los regímenes marxistas ateos, como fracasados intentos de principiantes.
         Es conocido por todos que, en los regímenes comunistas, los templos católicos fueron profanados, y convertidos en almacenes, en depósitos, en cines, en museos; sus imágenes sagradas fueron incendiadas, profanadas, destruidas; sus altares fueron derribados. El régimen comunista, ateo y materialista por esencia, tiene por fin único combatir y destruir a la Iglesia Católica, la única Iglesia en donde se da el culto verdadero, al adorar “en espíritu y en verdad” a Dios Trino. Esto es lo que explica la saña con la que los regímenes de este tipo tengan por fin destruir todo vestigio de presencia de la Iglesia Católica, destruyendo en primer lugar sus templos, lugar físico de congregación del pueblo de Dios.
         Pero hay un régimen que supera en malicia y astucia al comunista, y es el régimen liberal y capitalista, porque no se destruyen los templos materiales, los cuales quedan incólumes, sino que, con la permisión libertina de todo tipo de excesos, y con la elevación a rango de derecho humano de todas las perversiones humanas, se logra corromper el corazón del hombre, aquello que ha sido convertido, por el bautismo, en templo y sagrario del Dios viviente.
         El actual occidente capitalista en nada tiene que envidiar a las profanaciones y sacrilegios llevadas a cabo en los países de extracción comunista, porque la degradación moral y el vacío espiritual conseguido por la rienda suelta al materialismo y a la lujuria, a la embriaguez y a la drogadicción, y a toda clase de desenfrenos, supera con creces a las profanaciones de los templos materiales del marxismo.
Sucede en estos regímenes liberales como cuando se arroja la bomba de neutrones, que aniquila toda vida, pero deja intactos a los edificios materiales: el libertinaje actual, expresado en casi infinitos programas de televisión, en las leyes inmorales, en la difusión masiva de la pornografía, deja intacto el cuerpo material, pero arrasa hasta el suelo con el alma espiritual, enlodándola con la inmundicia del pecado, y logrando su objetivo: des-consagrar los templos vivientes del Espíritu Santo, los bautizados, para consagrarlos a Asmodeo, el demonio de la lujuria.
Es necesario entonces suplicar a María, la Medianera de todas las gracias, que interceda para que la presencia del Espíritu Santo en sus templos vivos, los bautizados en la Iglesia Católica, sea cada vez más fuerte, tan fuerte, que llegue a ser percibida por los cristianos, para que estos no solo dejen de profanar el cuerpo, sino que lo hermoseen con la gracia, y así la Santísima Trinidad sea adorada en los altares de sus corazones, en el tiempo y en la eternidad.

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