lunes, 19 de noviembre de 2012

“La salvación ha llegado a esta casa”



“La salvación ha llegado a esta casa” (Lc 19, 1-10). La entrada de Jesús en casa de Zaqueo redunda en algo inesperado desde el punto de vista humano, puesto que Zaqueo, conocido por ser “pecador”, tal como murmuran todos: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador”, ni era discípulo de Jesús, ni se preocupaba de los pobres, ni de aquellos a los que eventualmente hubiera podido perjudicar de una manera u otra. En otras palabras Zaqueo, antes de la entrada de Jesús en su casa, no ha convertido su corazón, y sí lo hace después de la entrada de Jesús. 
Esto sucede porque Jesús no deja indiferente a quien se encuentra con Él: por su condición de Hombre-Dios, concede la conversión radical del corazón; Jesús no da consejos meramente morales, ni provoca simples cambios conductuales; el hecho de que   Zaqueo se decida a dar la mitad de sus bienes a los pobres, y a devolver cuatro veces más a quien haya podido perjudicar, no se debe a que, deslumbrado por las enseñanzas religiosas de un rabbí hebreo ha decidido cambiar de conducta y de comportamiento: se debe a que Jesús le ha iluminado con su gracia en lo más profundo de su corazón, en la raíz última de su ser metafísico, en su acto de ser, y le ha concedido el poder ver el sentido último de esta vida, que no es el enriquecimiento, ni el ascenso social, ni el pasarla bien, ni el ser reconocido por los hombres, sino el obrar la misericordia para con los más necesitados, de modo de alcanzar un lugar en la Jerusalén celestial.
Jesús le ha hecho ver, con la gracia de la conversión, que esta vida se termina, indefectiblemente, en pocos o en muchos años, pero que se termina, y que luego de esta vida vienen la muerte, el juicio particular, y el destino eterno, de alegría, amor y felicidad, o de dolor, de odio y de horror, según las obras realizadas, porque Dios, infinitamente Justo, no puede dejar de dar a cada uno lo que cada uno elige con sus obras. La gracia de la conversión de Jesús a Zaqueo le permite darse cuenta que su prójimo no es alguien a quien se puede usar a placer, sino un hermano en Cristo sin el cual nadie podrá salvarse, y es por eso que Zaqueo dona la mitad de sus bienes y decide dar cuatro veces más a quien hay perjudicado.
El hecho que Jesús entre en la casa de Zaqueo significa entonces un cambio radical en su vida, ya que a partir de su encuentro con Jesús, Zaqueo convertirá su corazón y salvará su alma, hecho profetizado por Jesús: “La salvación ha llegado a esta casa”.
Pero no solo Zaqueo es el destinatario de la gracia de la conversión; también a nosotros Jesús nos dice: “Quiero hospedarme en tu casa”, pero como no podemos hacer entrar físicamente a Jesús en nuestros hogares materiales, sí podemos en cambio hacerlo entrar físicamente, en su Presencia corpórea resucitada, y con su Acto de Ser divino, en nuestro corazón, por la comunión eucarística. Por lo tanto, al comulgar, es decir, al hacer entrar a Jesús en nuestra casa que es nuestra alma, le decimos: “Señor, entra en mi casa, en mi alma, y dame la gracia de la conversión, para que pueda comprender que esta vida se acaba pronto, y que lo único que tiene valor ante tus ojos son las obras de misericordia obradas a favor de mi prójimo. Entra en mi casa, en mi corazón, por la Eucaristía, dame la gracia de la conversión, y yo seré salvo”.

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