“¡Es el Señor!” (Jn
21, 1-14). Jesús resucitado se aparece “por tercera vez” a los discípulos, esta
vez, a orillas del Mar de Galilea, obrando una segunda pesca milagrosa.
Como ya había sucedido anteriormente, también ahora, antes
de la pesca milagrosa, hay una primera pesca infructuosa. Jesús repite el
milagro con una única diferencia: ahora está resucitado. El mensaje, sin
embargo, es el mismo que para la primera pesca milagrosa, porque en ambos está
representado el misterio sobrenatural de la Iglesia en su peregrinar hacia el
Reino de los cielos. Cada uno de los elementos de la escena tiene un
significado sobrenatural: la barca de Pedro es la Iglesia; Pedro es el Vicario
de Cristo, el Papa, que guía a la Iglesia bajo la guía de Cristo; el mar es el
mundo y la historia humana; los peces son los hombres; la pesca infructuosa y
de noche, significa el activismo apostólico, es decir, el voluntarismo, el
obrar afanoso y bien intencionado, pero infructuoso, puesto que no se confía en
la gracia divina y se piensa que todo depende de la propia voluntad. Es también
el alma que todo lo quiere hacer por ella misma, sin confiar en Dios, sin
confiar en Jesús, sin pedir la intercesión de la Virgen, de los ángeles y de
los santos. En el fondo, esta actitud revela la existencia del orgullo humano
que no deja lugar a la confianza en la acción de Dios a través de su gracia. La
pesca infructuosa representa el obrar humano sin la guía de Jesús; es el afán
apostólico sin oración previa y sin dejar todo en manos de Jesús y de María.
La pesca milagrosa, por el contrario, representa a quienes
en la Iglesia actúan movidos por la fe en Cristo y su gracia; son quienes, ante
una empresa apostólica, oran y encomiendan el trabajo apostólico y misionero a
Jesús y piden a la Virgen su intercesión; son los que obran como si todo
dependiera de ellas, y rezan como si todo dependiera de Dios.
Estos últimos, los que confían en Jesús y en su gracia y en
el poder intercesor de María Virgen exclaman, al descubrir la acción milagrosa
de Dios en los asuntos humanos: “¡Es el Señor!”, la misma expresión asombrada
de Juan luego de la pesca milagrosa reconociendo que el milagro se debe a
Cristo resucitado y a su poder divino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario