(Ciclo
C – 2013)
Fiesta de la Divina
Misericordia
(Ciclo C – 2013)
En sus apariciones como
Jesús Misericordioso, el Señor le dijo a Sor Faustina: “Deseo que haya una
Fiesta de la Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel,
sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de
Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia” (Diario, 49). En
otra ocasión, expresó su deseo así: “Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea
refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres
pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia” (Diario,
699).
Jesús le dice a Santa
Faustina que desea que el primer domingo después de Pascua se celebre
solemnemente la fiesta de la Divina Misericordia en la Iglesia, y este pedido
lo llevó a cabo el Santo Padre Juan Pablo II durante la canonización de Sor
Faustina Kowalska, utilizando una enigmática frase: “En todo el
mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina
Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con
confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan
al género humano en los años venideros”.
Ahora bien, este pedido
de Jesús, de celebrar la Fiesta de la
Divina Misericordia, no solo no es comprendido por el mundo -lo cual es
lógico y comprensible, desde el momento en que el mundo está apartado de Dios-,
sino ante todo no es comprendido, al menos en su real dimensión, por los mismos
cristianos, porque tenemos tendencia a reducir siempre las cosas de Dios al
nivel de nuestra pobre y limitada razón humana. Es así que muchos piensan que
la Fiesta de la Divina Misericordia es una fiesta litúrgica más, como tantas
otras, tal vez un poco especial, pero nada más que una “fiesta litúrgica”, lo
cual en la práctica, para cientos de miles de personas, no significa nada. En otras
palabras, ni en el mundo, alejado de Dios, ni en la Iglesia, se alcanza a
vislumbrar el inmenso misterio de Amor divino que esta festividad litúrgica
encierra. ¿Cómo hacer para apreciar esta Fiesta en su dimensión sobrenatural?
¿Cómo hacer para aprovechar el tesoro de gracia infinito que esta Fiesta
encierra?
Para poder comprender
en su sentido sobrenatural último a esta festividad es necesario contemplar primero
el crucifijo y pedir la gracia de poder apreciar, en primer lugar, la
inmensidad del pecado de deicidio cometidos por todos y cada uno de los
hombres, con nuestros pecados, para luego poder apreciar la inmensidad del
perdón divino manifestado en Cristo crucificado. Esto quiere decir que la Fiesta
de la Divina Misericordia no se comprende ni se aprecia en su verdadero y
último significado, sino es a la luz de la Cruz de Jesús, porque Jesús recibe
el castigo que merecen nuestros pecados -todos, desde el más leve hasta el más
grave- pero, en vez de pedir el justo castigo por nuestros pecados -incluido el
primero y el más horrible de todos, el deicidio-, Jesús ora al Padre pidiendo
clemencia y misericordia al decir: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen” (Lc 23, 34), y el fruto de esa oración es el derramarse de la Divina Misericordia
sobre las almas, a través de la Sangre de su Corazón traspasado.
La contemplación de Cristo crucificado nos debe conducir
entonces a la toma de conciencia, gracia de Dios mediante, del poder destructor
del pecado que anida en el corazón humano. Cada golpe recibido por Jesucristo,
cada insulto, cada flagelo, cada espina de su corona, cada herida abierta y
sangrante, cada una de sus heridas, todas y cada una de ellas, está causada por
nuestros pecados personales y por los pecados de todos los hombres de todos los
tiempos. El pecado, que es insensible para el hombre –el hombre peca leve o
mortalmente, y continúa su vida como si nada hubiera pasado-, tiene
consecuencias a todo nivel –en la persona que lo comete, en la sociedad, en la
Creación-, pero también tiene consecuencias en el Hombre-Dios Jesucristo, y
para saber cuáles son esas consecuencias, no tiene otra cosa que hacer que
contemplar a Cristo crucificado.
Si alguien quiere saber
cuáles son las consecuencias de las obras malas hechas con las manos –asesinatos,
homicidios, violencias de todo tipo, robo, sacrilegios, profanaciones- no tiene
más que hacer que mirar las manos de Jesús perforadas por los clavos de hierro,
y el que así se hace, se dará cuenta que son las obras malas de sus propias
manos las que clavaron las de Jesús; si alguien quiere saber cuáles son las
consecuencias de los pasos dados con malicia, de los pasos dados para obrar el
mal, de los pasos dirigidos para cometer asesinatos, robos, violencias, hurtos,
profanaciones, traiciones, adulterios, fornicaciones, sólo tiene que mirar los
pies de Jesús atravesados por un grueso clavo de hierro, y el que así contempla
se dará cuenta que al menos uno de todos los martillazos dados a los pies de
Jesús, es debido a los pasos realizados para cometer un pecado; si alguien
quiere saber cuáles son las consecuencias de los malos pensamientos, de los
pensamientos de odio, de venganza, de traición, de calumnias, de ofensas, de
prejuicios malintencionados; si alguien quiere saber cuáles son las
consecuencias de los pensamientos de la literatura anti-cristiana, de la
ciencia mal encaminada y dirigida contra Dios y la creación de sus manos, la vida
humana, como los avances científicos mal aplicados, dirigidos a destruir la
vida humana, como el aborto, la eutanasia, la eugenesia, y todas las
aberraciones de la bioética; si alguien quiere saber cuáles son las consecuencias
del pecado de la discordia entre los esposos, entre los hermanos, entre los
amigos, entre los enemigos; si alguien quiere saber cuáles son las
consecuencias de los planes criminales que conducen a la guerra por odio cainita
contra el hermano, sólo tiene que contemplar las espinas de la corona de
espinas de Jesús, una por una, y entre tantas, el que contempla encontrará una
o más de una que ha sido clavada por él mismo, con sus propios malos
pensamientos; si alguien quiere saber cuáles son las consecuencias de los
pecados contra la carne, los pecados de los programas televisivos y de la
música anti-cristiana que incitan, sobre todo a los jóvenes, a la sensualidad,
al erotismo, a la satisfacción de las más bajas pasiones; si alguien quiere
saber cuáles son las consecuencias de las leyes inmorales, las leyes que
incitan a la contra-natura y a la destrucción de la persona humana al incitarla
a la rebelión al plan original de Dios, que la pensó o varón o mujer, sólo
tiene que contemplar la espalda de Jesús, destrozada por la tempestad de
latigazos que los verdugos descargaron sobre Él, y el que contemple la
flagelación de Jesús, comprenderá que sus propios pecados de la carne son los
causantes de la tempestad de golpes que se abaten sobre Jesús; si alguien
quiere saber cuáles son las consecuencias de los pecados contra Dios Trino y su
majestad y bondad, contra su Iglesia, la Santa Iglesia Católica, Apostólica y
Romana, contra los representantes de la Iglesia, el Papa, los sacerdotes, los
religiosos y los laicos, pecados que consisten en la calumnia, la difamación,
la injuria, la blasfemia, y la propagación de toda clase de mentiras y
falsedades por los medios de comunicación social; pecados que buscan destruir
la Iglesia, el papado, el sacerdocio ministerial y toda forma de culto público
a Dios; si alguien quiere saber cuáles son las consecuencias de los ataques
contra la Eucaristía y los dogmas de la Iglesia -entre los cuales, los más
atacados son los dogmas de la Virgen María como Madre de Dios, como Inmaculada
Concepción y como la Llena de gracia-; si alguien quiere saber cuáles son las
consecuencias de siquiera aceptar mínimamente estos sacrilegios, al callar
cobardemente y no saber defender el honor de Dios y de su Iglesia, lo único que
tiene que hacer es contemplar el rostro desfigurado, golpeado, lívido,
amoratado, cubierto de sangre y de barro de Jesús crucificado, y el que así contemple
el rostro de Jesús, descubrirá cuántas veces ha callado por cobardía,
convirtiéndose, con su silencio cómplice, cuando no con su cooperación al mal,
en cómplice de quienes buscan destruir la Iglesia y borrar el nombre de Dios y
su Cristo de la faz de la tierra y de la mente y de los corazones de los
hombres. Si alguien quiere saber cuáles son las consecuencias de los pecados
del espíritu y del corazón, del rechazo a la Cruz de Jesús y a los planes de
Dios, y cuáles son las consecuencias del pecado que es traicionar al Amor de
Dios –infidelidades matrimoniales, infidelidades sacerdotales, noviazgos
impuros-, sólo tiene que contemplar el Costado traspasado de Jesús, de donde
fluye la Sangre que brota de su Sagrado Corazón.
Es esto lo que Isaías
quiere decir cuando dice: “Fue herido por nuestras iniquidades, molido por nuestras culpas (...) sus heridas nos
han curado” (53, 5): Jesús recibió en su Cuerpo humano, físico, real, el durísimo
castigo que la Justicia Divina tenía preparado para todos y cada uno de los
pecados nuestros, de los pecados de todos los hombres; con su sacrificio en
Cruz satisfizo a la Justicia Divina, de modo que a Dios no le quedaba otra
opción, por así decirlo, que descargar sobre los hombres, en vez de la ira
divina, la Divina Misericordia, y esto lo hizo al ser traspasado el Sagrado
Corazón de Jesús.
“Deseo que la Fiesta de
la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente,
para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi
misericordia” (Diario, 699). Quien no se reconoce pecador, quien no se reconoce
como autor de las heridas que recibió Jesús en la Cruz y que lo llevaron a su
muerte, no puede ni siquiera vislumbrar mínimamente la magnitud y el alcance
del perdón y del Amor divino que implica la Fiesta de la Divina Misericordia. Sólo
quien se reconoce pecador, puede disfrutar plenamente de esta Fiesta celestial,
Fiesta que tiene en la Confesión sacramental y en la Eucaristía su más
grandiosa manifestación. Sólo quien se reconoce pecador, tiene derecho a la
Misericordia Divina: “los más grandes pecadores son los que más derecho tienen
a mi Misericordia”.
El sentido sobrenatural
de la Fiesta de la Divina Misericordia se aprende arrodillado al pie de la
Cruz.
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