(Domingo
IV - TP - Ciclo C – 2013)
“Yo Soy el Buen Pastor (…) Mis ovejas
escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen” (Jn 10, 27-30). Jesús es el Buen Pastor, que da la vida por las
ovejas, porque no es “asalariado”, ni se interesa por “la lana de las ovejas”,
es decir, sus pertenencias, sino que las ama por sí mismas. Jesús usa la figura
de un pastor que no duda en arriesgar su vida con tal de salvar a sus ovejas. Para
entender el motivo por el cual Jesús utiliza la figura de un pastor, es de
utilidad espiritual hacer una composición de imagen, tomando una escena
correspondiente a un pastor terreno con sus ovejas. El pastor conduce a sus
ovejas a un lugar espacioso, tranquilo, con abundantes pastos verdes y agua
fresca y cristalina. Además, cuentan con la protección del pastor.
A
los pastores les sucede que, de vez en cuando, una oveja de su redil se aparta
del rebaño, que pace en un lugar seguro, con pastos verdes y agua cristalina,
para internarse por oscuros senderos que conducen a profundas y peligrosas
quebradas. La oveja, no siendo apta para este territorio abrupto y escarpado,
pierde pie con facilidad y cae por el barranco, golpeándose en su caída con las
rocas salientes, fracturándose sus huesos al chocar contra las rocas y luego
contra el fondo del precipicio. En esta situación, la oveja corre serio peligro
de muerte, por sus heridas abiertas, por las cuales pierde mucha sangre, pero
también por los lobos que, atraídos por esa sangre, no tienen la más mínima
dificultad en desgarrar, con sus dentelladas, el cuerpo de la oveja, dándole
atroz muerte. Si el pastor es un “asalariado”, es decir, ejerce su oficio de
pastor sólo por el salario, por el dinero, no se preocupará por esa oveja,
porque mentirá al dueño del rebaño, diciendo por ejemplo que “no se dio cuenta
de que faltaba una oveja” y por eso no la fue a buscar, aunque en realidad no
la fue a buscar porque prefería conservar su vida antes que arriesgarla por la
oveja, y así no le importa si la oveja, en el fondo del barranco, muere
desangrada o destrozada por los dientes de los lobos. Al pastor asalariado no
le interesan las ovejas, mucho menos si esta es flaca, con poca lana, y encima
de todo, está moribunda; le interesa sólo el dinero y por eso no se preocupa en
auxiliarla. Por el contrario, el pastor bueno, el pastor que ama a sus ovejas,
va a buscarla bajando hasta el fondo del barranco y arriesga su vida por ella,
porque corre riesgo de caerse él mismo y despeñarse, además de ser atacado por
el lobo.
“Yo
Soy el Buen Pastor (…) Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen”.
Tanto la escena del pastor con sus ovejas, como la del Buen Pastor, son representativas
de realidades sobrenaturales: la caída de la oveja en el barranco representa la
tentación consentida, es decir, el pecado; las heridas mortales que sufre en su
caída y al golpearse con las piedras, representan la pérdida de la gracia; el
lobo que habita en el fondo del precipicio y que se apresta a devorar a la
oveja, es el ángel de la oscuridad, el demonio; el mal pastor, el pastor
asalariado, representa al sacerdote que sólo se interesa por sí mismo, sin
pensar en sus fieles (aunque también, secundariamente, puede representar a un
padre de familia con respecto a sus hijos); el buen pastor representa a Cristo,
quien baja no por un barranco hacia el fondo del precipicio, sino del cielo
hasta la tierra, apoyándose no en un cayado de madera, sino en el cayado que es
el leño de la Cruz, y arriesga su vida porque desciende no a un oscuro
precipicio terreno, sino a este mundo terrestre, que yace en “tinieblas y en
sombra de muerte”, como consecuencia del
pecado de los hombres, y lucha no contra un animal salvaje, el lobo, sino
contra alguien mucho más feroz, despiadado y sanguinario que un lobo, el
demonio o Satanás, que quiere destrozar a las ovejas, las almas de los hombres.
En
la caída de la oveja y en la búsqueda de esta por el buen pastor, está
representado el llamado a la conversión: el Buen Pastor, que sabe que su oveja
se ha perdido, escucha sus balidos agonizantes y sale a buscarla, y la llama
con dulces silbos y con el suave pero firme acento de su voz; la oveja, que
yace en el fondo del abismo, escucha la voz de su amado Pastor y le responde a
su vez. El silbido del Pastor y su llamado representan el llamado a la
conversión; la oveja moribunda en el fondo del precipicio, es el alma que ha
recibido la llamada de la conversión y de la contrición del corazón, y como
conoce la voz de su Dios y Señor, que es su Creador, le responde llamándolo a
su vez, para que se apresure en su rescate. Es esto lo que Jesús quiere decir
cuando dice: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen”.
El
Buen Pastor desciende al fondo del precipicio, ahuyenta al lobo, busca a la
oveja y cura sus heridas con el suave bálsamo que es la Sangre de sus propias
heridas, y le da de beber agua fresca, la vida de la gracia, y la alimenta con
Pan de Vida eterna; así recuperada la oveja, la carga en sus hombros, es decir,
la hace partícipe de su muerte en Cruz, y la conduce a “verdes praderas y aguas
tranquilas”, es decir, el Reino de los cielos, de donde nadie podrá
“arrebatarla de sus manos”, porque vivirá en la alegría de la contemplación de
la Trinidad para siempre.
Con
respecto al pastor que carga a la oveja en sus hombros, dice el Papa Francisco
que el pastor debe tener “olor a oveja”, y es lo que sucede con Cristo, que
carga a las ovejas, las almas, sobre sus espaldas, para rescatarlas del abismo
en el que se encuentra, prisionera del pecado y del demonio. Pero si el pastor
debe tener “olor a oveja”, y esto es lo que les sucede cuando la lleva sobre
sus hombros, también hay que decir que la oveja debe tener “olor a Cristo” (cfr. 2 Cor 2, 15), y
el “buen olor” a Cristo, es el olor de su Sangre que brota de sus heridas, y el
olor de su gracia santificante que se comunica por los sacramentos, pero para que la oveja tenga ese olor a Cristo,
debe ser dócil a su pastor, escuchar sus consejos y seguirlos, el primero de
los cuales, es dejar de lado los ídolos del mundo: materialismo, hedonismo,
erotismo, avaricia, lucro, sed de dinero, de poder, soberbia, ira, discordia, gnosticismo,
ateísmo, agnosticismo, paganismo, brujería, ocultismo. Mal puede tener una
oveja el buen olor de Cristo, si no deja que Cristo Buen Pastor lave sus
heridas con su Sangre, es decir, si no se convierte de corazón, frecuenta los
sacramentos y ama a su prójimo, demostrando este amor con obras de misericordia.
“Yo
Soy el Buen Pastor (…) Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen”.
El que ama a Cristo, Buen Pastor, escucha su dulce voz que dice: “Carga tu Cruz
de cada día y sígueme en el Camino del Calvario; sube conmigo a la Cruz y
quédate crucificado hasta que muera el hombre viejo, y así llegarás a la Vida
eterna”.
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