“¿Está
permitido sanar en sábado o no?” (Lc
14, 1-6). Un día sábado, mientras Jesús está comiendo en casa de uno de los
principales jefes de los fariseos, se presenta un hombre, enfermo de hidropesía.
El ambiente se pone tenso, porque los fariseos, que eran observadores
escrupulosos de la Ley mosaica, sabían que Jesús haría el intento de curar al
hombre enfermo de hidropesía. Si lo hacía, eso constituiría una grave violación
a las prescripciones de la ley, que prohibía todo tipo de trabajos manuales, y
la curación era considerada un trabajo manual.
El
caso es muy similar al presentado en Lucas 13, 10-17, solo que esa ocasión, a la
enfermedad de la mujer, que se encontraba encorvada, se le agregaba la posesión
diabólica, que era la que le producía la enfermedad. En ambas oportunidades,
las situaciones son prácticamente idénticas: son dos enfermos que necesitan
curaciones –a la mujer se le agrega la posesión diabólica como causa próxima de
la enfermedad-; los fariseos son testigos directos de los hechos, con
intenciones acusadoras; el día en el que se desarrollan los hechos, es el día
sábado, día en el que está prohibido el trabajo manual, es decir, la curación;
la presunta falta legal cometida por Jesús, en ambos casos, es, precisamente,
la curación, por realizarla en día sábado, porque al curar a los enfermos, está
haciendo un trabajo manual.
Y
al igual que como sucedió con la mujer posesa, Jesús curará también al hombre
enfermo de hidropesía, sin hacer caso de los falsos escrúpulos legales de los
fariseos, quienes se indignan cínica e hipócritamente porque Jesús cura a los
enfermos en sábado, quebrantando la Ley, que prohibía los trabajos manuales. El
argumento utilizado por Jesús, en ambos casos, es la superioridad del Amor
Divino, encarnado y donado por Él, sobre la prescripción humana, que
permite excepciones, cuando se trata del bien de la persona. Pero todavía más,
la acción misericordiosa de Jesús, deja al descubierto la falsedad intrínseca
de la religiosidad de los fariseos, que aparentando ser hombres de religión,
porque estaban en el templo todo el día, estudiaban las Escrituras, vestían
hábitos religiosos y a los ojos de los hombres pasaban por hombres de piedad e
incluso santos, sin embargo son, a los ojos de Dios, cínicos e hipócritas,
porque se oponen a la Misericordia Divina, encarnada y materializada en Jesús,
que quiere liberar del peso de la enfermedad y de la opresión del Demonio a sus
prójimos, con lo cual demuestran que la religión que profesan es radicalmente
falsa y mentirosa, porque al no amar al prójimo, al cual ven, no aman a Dios, a
quien no ven (cfr. 1 Jn 4, 20),
porque el prójimo es la imagen viviente de Dios, y por eso merecen el duro
reproche de Jesús, quien los llama por su nombre: “¡Hipócritas!”.
“¿Está permitido sanar en sábado o no?”. El fariseísmo
es el cáncer de la religión y su peor y principal enemigo, y nosotros, los
cristianos, no estamos exentos de él; por el contrario, estamos expuestos a él
y, si no vigilamos constantemente, nuestros corazones pueden verse prontamente
invadidos y contaminados por este cáncer que, al igual que sucede con un tumor
maligno en el cuerpo, que cuando crece sin control termina por dar la muerte al
cuerpo en el que se aloja, así también el fariseísmo aniquila toda caridad y
todo amor en el corazón, convirtiéndolo en una cáscara hueca, dura y fría,
insensible al pedido de auxilio del prójimo más necesitado e indiferente al
amor de Dios. El fariseo, por lo tanto, aun cuando por fuera parezca un hombre
de religión –sea sacerdote o laico comprometido-, es sin embargo incapaz de
vivir el Primer Mandamiento, porque ni ama a Dios, ni ama al prójimo, porque
solo se ama egoístamente a sí mismo. El remedio para este cáncer de la
religión, que es el fariseísmo, cáncer que endurece al corazón porque lo vacío
del amor de Dios, es precisamente llenar del Amor de Dios al corazón, y esto se
da por medio de la comunión eucarística, porque allí el Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús nos dona la totalidad del Amor Divino que lo inhabita en
forma de Lenguas de Fuego, que quieren abrasar e incendiar en las sus llamas al
corazón que lo reciba con fe y con amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario