jueves, 9 de octubre de 2014

“Si yo expulso demonios con el poder de Dios, es porque ha llegado a vosotros el Reino de Dios”


“Si yo expulso demonios con el poder de Dios, es porque ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (Lc 11, 15-26). La actividad exorcística de Jesús indica que ha llegado a los hombres el Reino de Dios y puesto que el Reino de Dios es un reino de luz, de santidad, de bondad, de verdad, de justicia, de amor, no hay lugar para dos reinos en la tierra, con lo cual se entabla una lucha sin cuartel, entre el Reino de Jesucristo y el Reino del Príncipe de las tinieblas, lucha que es una continuación de la lucha entablada en el cielo entre San Miguel Arcángel y los ángeles de luz, contra Satanás y los ángeles rebeldes (cfr. Ap 12, 7ss). Esta actividad exorcística de Jesús debe interpretarse a la luz de la lucha entablada en los cielos entre San Miguel Arcángel y los ángeles rebeldes, porque es su continuación: luego de ser vencido, el Demonio y sus huestes, fueron precipitados a la tierra –“vi a Satanás caer como un rayo”, dirá Jesús en el Evangelio-, para apoderarse de la raza humana; la Serpiente Antigua hará caer en la tentación a los Padres Primordiales de la humanidad, Adán y Eva, haciéndoles perder el estado de gracia y la amistad con Dios, y luego vagará por el mundo “como un león rugiente, buscando a quien devorar” (1 Pe 5, 8), en busca de almas a las cuales tender trampas, para conducirlas a su mismo pecado de rebelión, de desesperación, y de odio contra Dios, para arrastrarlas consigo al Infierno. Es por eso que el mundo está “bajo el dominio del Maligno” (1 Jn 5, 19) y sus huestes, es decir, el mundo terreno está infectado por la presencia activa de los ángeles caídos, que expulsados del cielo, andan por el mundo buscando almas, sobre las cuales descargar su odio contra Dios, porque las almas son imágenes vivientes de ese Dios al cual amaban en el momento de su creación angélica, y ahora odian para siempre.
Es en este contexto en el cual debe entenderse entonces la frase de Jesús: “Si yo expulso demonios con el poder de Dios, es porque ha llegado a vosotros el Reino de Dios”: Él es el Rey de ese Reino de Dios, y ha venido para “destruir las obras del diablo” (1 Jn 3, 8) y la destrucción de esas obras, más la instauración del reinado de Cristo en los corazones de los hombres y en la sociedad humana toda, comienza con la expulsión demoníaca de los posesos, signo más que evidente de que el Demonio y sus secuaces infectan la superficie de la tierra desde su expulsión de los cielos.
Por lo tanto, el hecho de que los fariseos se pongan en contra de Jesús cuando Jesús expulsa un demonio, y lo hacen, porque lo acusan de estar endemoniado, es una señal de que están a favor de Satanás y en contra de Dios y su Reino[1].
“Si yo expulso demonios con el poder de Dios, es porque ha llegado a vosotros el Reino de Dios”. En nuestros días, el Reino de las tinieblas ha multiplicado su actividad demoníaca hasta el paroxismo, puesto que parece haber tomado el control, desde los más altos vértices de la humanidad, hasta sus más bajos estamentos, desde el momento en que sus gobernantes oprimen a las naciones con sistemas de gobierno no solo anti-cristianos, sino anti-humanos, como el comunista y el capitalista ateo, en tanto que enormes masas de ciudadanos comunes obedecen ciegamente a los mandatos de Satanás, mandatos que les son impartidos por los ídolos neo-paganos modernos como el dinero, la droga, la música cumbia, la música rock, la pornografía, la Nueva Era, el relativismo, el materialismo, y tantos otros ídolos más, que los esclavizan y los tienen dominados bajo el pesado yugo de Satanás. El Reino de Satanás multiplica su frenética actividad, porque sabe que le queda poco tiempo y porque quiere preparar el camino para el Anticristo, antes del regreso de Cristo en la Parusía, en su gloria, y por eso se apresura para perder al mayor número de almas posible, y por eso los tiempos son oscuros, los más oscuros que ha conocido la humanidad. Pero también es cierto que, cuando más oscura es la noche, más cerca está el alba, y si es cierto que la actividad demoníaca es muy alta, también es cierto que es muy alta la actividad de la Virgen, Estrella de la mañana, porque Ella es el Lucero del Alba que anuncia el fin de la noche oscura, la derrota de las tinieblas del Infierno, y la Llegada del Sol Victorioso, Jesucristo, el Hombre-Dios, “ante cuyo Nombre se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos” (Fil 2, 10).



[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Barcelona 1957, Editorial Herder, 612-613.

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