sábado, 2 de abril de 2016

Sábado de la Octava de Pascua


         Jesús resucitado se aparece a los discípulos; entre ellos, a María Magdalena y a los discípulos de Emaús (cfr. Mc 16, 9-15). Tanto María Magdalena como los discípulos de Emaús, van a anunciar a sus hermanos en religión, pero en ambos casos, los destinatarios de la Buena Nueva, se caracterizan por dudar de sus palabras: “no les creyeron”, dice el Evangelio. A esta incredulidad, hay que  sumarles las de la propia Magdalena y la incredulidad primera también de los discípulos de Emaús. Cuando Jesús se les aparece, personalmente, “a los Once”, lo primero que hace es “echarles en cara su incredulidad y dureza de corazón porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado”. Jesús no pasa por alto la desconfianza infundada de sus discípulos, mucho menos la del Colegio Apostólico, puesto que esta desconfianza implica no solo no creer en las palabras de los testigos que lo han visto resucitado, sino que, en el fondo, implica no creer en Él mismo y en sus propias palabras, puesto que Él había anunciado que habría de resucitar “al tercer día”.
         “Les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón”. La dureza de corazón es consecuencia de la incredulidad, puesto que la fe –la apertura de la mente a la luz de la gracia- permite que el corazón sea capaz de amar en un nuevo sentido, sobrenatural –al abrirse también a la acción de la gracia-, pero si la mente se cierra a la Verdad revelada, Jesucristo, también el corazón se cierra a la acción del Espíritu Santo en él.

         Prestemos atención al reproche de Jesús, que también va dirigido a nosotros, toda vez que actuamos como si Jesús no solo no hubiera resucitado, sino que no estuviera, glorioso y resucitado, en la Eucaristía. También nosotros somos “necios de entendimiento y duros de corazón” cada vez que no elevamos la mente y el corazón a la Presencia gloriosa y resucitada de Jesús en la Eucaristía y obramos sin misericordia, no como si fuéramos cristianos, sino como si fuéramos paganos.

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