“Yo
soy el pan de Vida” (Jn 6, 30-35). Ante
la afirmación de los judíos de que sus padres habían recibido de Moisés el “pan
bajado del cielo”, Jesús les responde diciendo que el verdadero maná no es el
que les dio Moisés, sino el que da su Padre -“mi Padre les da el verdadero pan
del cielo”- y a continuación les revela que Él en Persona es ese verdadero pan
del cielo: “Yo Soy el Pan de Vida”. Aun siendo de origen celestial y divino, el
maná recibido en el desierto por mediación de Moisés era solo una figura del
Verdadero Maná, Jesús, el Hijo de Dios: el maná del desierto sólo alimentaba el
cuerpo, para una vida terrena y sólo permitía atravesar el desierto de arena
para llegar a la Jerusalén celestial; el Verdadero Maná, el Cuerpo y la Sangre
de Jesús resucitado en la Eucaristía, alimenta el alma, para la vida eterna, y
es el que permite atravesar el desierto de la vida en dirección a la Jerusalén
celestial, la Ciudad Santa del Reino de los cielos, en donde reina, majestuoso,
el Cordero de Dios. Jesús en la Eucaristía es el Pan de Vida eterna, el
verdadero Pan bajado del cielo, que nos concede la vida misma del Ser
trinitario divino, la vida eterna, que nos permite vivir, en anticipo, ya desde
el desierto de esta vida temporal, la vida de la gloria que habremos de vivir, por
su Misericordia, en el Reino celestial.
Adorado seas, Jesús, Cordero de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios oculto en el Santísimo Sacramento del altar. Adorado seas en la eternidad, en el seno de Dios Padre; adorado seas en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre; adorado seas, en el tiempo de la Iglesia, en su seno, el altar Eucarístico. Adorado seas, Jesús, en el tiempo y en la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario