“Dichosos
los ojos que ven lo que ustedes ven” (Lc
10, 21-24). ¿A qué dicha se refiere Jesús cuando dice que sus discípulos son “dichosos”
por sus ojos ven lo que ven? Se refiere a la dicha de poder contemplarlo a Él,
que es el Mesías, el Hijo Eterno del Padre, encarnado en una naturaleza humana,
para nuestra salvación. Son dichosos sus ojos porque ven a Cristo Dios en
Persona; porque ven, con sus ojos corporales, al Hijo de Dios humanado; porque
ven a la Segunda Persona de la Trinidad hecha hombre, sin dejar de ser Dios,
sin dejar de ser la Segunda Persona de la Trinidad. Los discípulos pueden
considerarse verdaderamente dichosos porque ven, con los ojos del cuerpo, a
Dios en Persona, que se ha encarnado en la naturaleza humana de Jesús de
Nazareth; ven al Hijo del Padre Eterno con sus propios ojos y esta visión de
Jesús, esta contemplación de Jesús, es algo reservado a los ángeles en el Cielo
y ahora está al alcance de los discípulos, porque el mismo Hijo de Dios al que
los ángeles contemplan extasiados en el Reino de Dios, es el mismo Dios Hijo
que habla, camina, en medio de los hombres, en la tierra. Por todo esto los
discípulos pueden considerarse dichosos, por ver al Dios Mesías, anunciado por
los profetas, por ver a Dios Encarnado, el Dios Redentor en Persona, el
Salvador de los hombres, anunciado por los profetas, al que profetas y reyes
quisieron ver pero no pudieron: “Porque yo les digo que muchos profetas y reyes
quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no
lo oyeron”. Por todo esto, los discípulos de Jesús pueden considerarse “dichosos”,
es decir, bienaventurados, felices, afortunados.
“Dichosos
los ojos que ven lo que ustedes ven”. Ahora bien, si los discípulos de Jesús
fueron llamados “dichosos” por el mismo Jesús, porque lo vieron a Él, Dios
Hijo, encarnado en una naturaleza humana, también a nosotros, los católicos, la
Iglesia nos llama “dichosos”, porque podemos ver, con los ojos del alma
iluminados por la luz de la fe, al mismo Hijo de Dios encarnado, oculto en
apariencia de pan. A nosotros, los católicos, nos pueden llamar “dichosos”,
porque allí donde otros ven un poco de pan bendecido en una ceremonia religiosa,
nosotros vemos a Cristo Dios, con su Humanidad Santísima, resucitada y
gloriosa, oculta en la apariencia de pan. Por eso, parafraseando al Evangelio,
la Santa Madre Iglesia nos dice a nosotros, los católicos: “Dichosos vosotros,
porque ven, con la luz de la fe, a Cristo Dios oculto en la Eucaristía.
Dichosos vosotros, porque muchos hombres de buena voluntad, pertenecientes a
otras religiones, querrían ver lo que ustedes ven por la fe, y no lo ven. Dichosos
ustedes, católicos, porque pueden ver, con la luz de la fe y los ojos del alma,
a Cristo Dios en la Eucaristía”.
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