(Domingo
XXXII - TO - Ciclo A – 2020)
“El Reino de los cielos se parece a diez vírgenes necias y prudentes” (Mt 25, 1-13). Para comprender mejor la parábola, debemos
reemplazar sus elementos naturales, por los elementos sobrenaturales, es decir,
debemos saber a quiénes representan, en el mundo espiritual, los integrantes de
la parábola; sólo de esta manera, comprenderemos la parábola y su inserción en
el misterio pascual de muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
El esposo, que llega a medianoche, es Nuestro Señor Jesucristo,
el Esposo por antonomasia, ya que siendo Dios Hijo, se unió a la naturaleza
humana de Jesús de Nazareth en el seno virgen de María Santísima; la medianoche
representa el fin del tiempo y de la historia humana: es el Día del Juicio
Final, el Día en el que desaparecerán los cielos y la tierra que conocemos,
para dar paso a la vida eterna; la noche simboliza el estado espiritual de la
humanidad en general, en los días previos a la Segunda Venida en la gloria de
Jesucristo: serán días de mucha oscuridad espiritual, puesto que para ese entonces
se habrá implantado a la religión del Anticristo, la Nueva Era, religión
pagana, gnóstica y esotérica, como religión única mundial; la llegada del
esposo representa la Segunda Venida en la gloria del Hijo de Dios, quien
llegará para poner fin a esta falsa religión, para apresar para siempre en el
Infierno al Demonio, a la Bestia, al Anticristo y al Falso Profeta y para
juzgar a la humanidad, destinando a unos al Cielo y a los impenitentes al
Infierno.
¿Qué simbolizan las vírgenes con sus lámparas? Las vírgenes,
en sí mismas, representan o simbolizan al alma humana; las vírgenes con sus
lámparas llenas de aceite, simbolizan a las almas que tienen consigo la gracia
y por eso están iluminadas por la luz de la verdadera fe en Jesucristo, Hijo de
Dios y Redentor del mundo: en otras palabras, las vírgenes prudentes son los
católicos que profesan la Verdadera Fe Católica; las vírgenes con lámparas pero
sin aceite suficiente, son las almas que no están en gracia y que han perdido
la luz de la fe, por lo que vagan en la oscuridad de la religiosidad del Anticristo,
la Nueva Era: son los católicos que, habiendo perdido la fe en Jesús Eucaristía
y en la Virgen como Madre de Dios, profesan una fe sincretista, vacía de su
contenido cristológico y mariano y contaminada con toda clase de
espiritualidades orientales, gnósticas, ocultistas y esotéricas; las vírgenes
prudentes, los que profesan la Verdadera Fe en el Hombre-Dios Jesucristo, son
las almas que ingresarán en el salón nupcial de fiestas, el Reino de Dios, al
término del Juicio Final; las vírgenes sin aceite y que viven en la oscuridad,
son las almas que, profesando la religión del Anticristo, permanecerán fuera
del luminoso salón del Reino de Dios, en las tinieblas y penumbras exteriores,
en donde habrá “llanto y rechinar de dientes”, pues se trata de la eterna condenación
en el Infierno. Es decir, estas almas no sólo quedarán fuera del Reino, sino
que serán precipitadas -junto con el Demonio, la Bestia, el Falso Profeta y el
Anticristo- a las profundidades del Infierno eterno.
La aparente falta de caridad de las vírgenes prudentes hacia
las necias -estas últimas les piden aceite para sus lámparas, pero las
prudentes se niegan a compartir el aceite-, no es tal, ya que significa que la
salvación es personal y no comunitaria, es decir, el permanecer en estado de
gracia, el vivir la Verdadera Fe y el obrar la misericordia hasta el final de
la vida, es una cuestión de actos personales, propios de la persona, que en
cuanto tal, no pueden ser compartidos, ya que dependen de la libertad de cada
persona.
“El Reino de los cielos se parece a diez vírgenes necias y
a diez prudentes”. ¿De qué lado estaremos, cuando los ángeles de Dios, haciendo
sonar sus trompetas, anuncien a la humanidad el fin de los tiempos y la Segunda
Venida en la gloria del Mesías? ¿Seremos como las vírgenes necias, en quienes no
se encontró ni fe, ni esperanza, ni caridad, porque no tenían la gracia de Dios
y por eso fueron dejadas fuera del salón de fiestas del Reino? ¿O seremos como
las vírgenes prudentes que, ante la improvisa Llegada del Esposo, fueron consideradas
dignas de entrar en el Reino de Dios, porque en sus almas inhabitaba la gracia
y con ella la luz de la fe y las obras de misericordia? De nuestra libertad, de
nuestro libre albedrío, dependerá que nos encontremos a la izquierda o a la derecha
del Hombre-Dios el Día de la Ira de Dios.
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