viernes, 20 de noviembre de 2020

“Verán venir al Hijo del hombre con gran poder y majestad”

 


“Verán venir al Hijo del hombre con gran poder y majestad” (Lc 21, 20-28). En este pasaje, Jesús profetiza acerca de dos eventos que sucederán en diversos tiempos: uno, cercano en el tiempo, la destrucción de Jerusalén, como consecuencia de su rechazo al Mesías, destrucción que sucedió efectivamente en el año 70 de la Era Cristiana al ser arrasada la Ciudad Santa por las tropas romanas, cumpliéndose así las palabras de Jesús: “Cuando vean a Jerusalén sitiada por un ejército, sepan que está próxima su destrucción”; el otro suceso del cual habla Jesús, es el de su Segunda Venida en la gloria: a esto se refiere cuando Jesús habla de “huir a las montañas” y de que habrá “señales prodigiosas en el sol, la luna y en las estrellas”; también, antes de su Segunda Venida, puesto que reinará el Anticristo, dice Jesús, “la gente morirá de terror y angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo”; incluso el universo material se sacudirá: “hasta las estrellas se bambolearán”. Cuando todo esto suceda -los días serán “días de castigo para que se cumpla todo lo que está escrito”-, todo el mundo verá “al Hijo del hombre venir en una nube del cielo, con gran poder y majestad”.

Lo interesante de las dos profecías es que, entre otras cosas, las calamidades que se abaten, sobre Jerusalén primero y sobre el mundo entero después, son “castigo de Dios”, por la perversión espiritual del hombre, que consiste en rechazar a Cristo y adorar al Anticristo. En efecto, cuando habla de la destrucción de Jerusalén, Jesús dice: “esos días serán de castigo”; cuando habla de los eventos catastróficos antes de su Segunda Venida, también habla de castigo divino: “el castigo de Dios se descargará contra este pueblo”, es decir, sobre la humanidad entera.

Reinado del Anticristo, calamidades, guerras, pestes, hambruna generalizada: todo esto sucederá en los días previos a la Segunda Venida de Jesús. La cantidad y cualidad de las tribulaciones hace suponer que el cristiano debe afligirse, pero Jesús nos lleva a tener una actitud, no de miedo, sino de “atención” y de secreta alegría, porque esto significará que “se acerca la hora de la liberación”, es decir, el cristiano debe estar alegre y sereno en los días del Anticristo, porque cada día que pase de su reinado, es un día  menos que separa al cristiano de la Segunda Venida en la gloria del Hombre-Dios Jesucristo.

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