jueves, 12 de noviembre de 2020

“Ustedes han convertido Mi Casa en cueva de ladrones”

 


“Ustedes han convertido Mi Casa en cueva de ladrones” (cfr. Lc 19, 45-48). Jesús expulsa a los mercaderes del templo, acusándolos de haber convertido “Su” casa, en “cueva de ladrones”. Si observamos bien, no se trata de un exceso de celo por parte de un profeta o un hombre de bien, que ante la conversión del Templo en una feria, reacciona con exceso. De ninguna manera es un hombre santo el que expulsa a los mercaderes del Templo: es Dios en Persona quien lo hace y esto se deduce de las palabras de Jesús: “Mi Casa”. Es decir, Jesús no dice que el Templo sea la Casa de Dios, sino que, al citar la Escritura, se la aplica a Sí mismo y por eso lo que dice es que el Templo es “Su Casa”, porque Él es el Dueño del Templo de Dios, porque Jesús Es Dios. Entonces, en la expulsión de los mercaderes, no sólo hay una afirmación de que el Templo de Dios es Casa de oración y no de comercio, sino que hay una afirmación, implícita, de parte de Jesús, de que Él es Dios en Persona; de otro modo, no habría dicho “Mi Casa”, sino que habría dicho “la Casa de Dios”.

Los sacerdotes y escribas, habían permitido que los mercaderes se apoderaran del Templo y lo convirtieran en un mercado, en donde se vendían animales y se intercambiaban mercaderías y dinero. Al expulsarlos, Jesús devuelve, al Templo, su función única y original, que es la de ser “Casa de oración”.

Otro elemento que debemos ver en esta escena del Evangelio, es que está representada, en el Templo convertido en mercado, el alma con sus pasiones: en efecto, el alma ha sido creada para ser convertida, por el Bautismo, en Templo del Espíritu Santo, pero cuando el alma vive en pecado, el alma deja de cumplir su función de ser Templo del Espíritu Santo, para ser refugio de demonios, desde el momento en que no pueden convivir, en el alma, la santidad de Dios, con la malicia del pecado. Y sin la Presencia de Dios por la gracia, el alma se convierte en refugio de demonios y es dominada por las pasiones, simbolizadas estas por las bestias irracionales –lujuria- , por los cambistas de dinero –avaricia- y por los vendedores de mercancía –apego  a los bienes terrenales-.

“Ustedes han convertido Mi Casa en cueva de ladrones”. No permitamos que nuestra alma, convertida en Templo de Dios por el Bautismo, se convierta en “cueva de ladrones” y refugio de demonios; para ello, hagamos el propósito de evitar el pecado y de vivir en gracia de Dios.

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