jueves, 5 de noviembre de 2020

“Sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”

 


“Sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17, 7-10). Para comprender la enseñanza de Jesús, debemos saber cuál es su significado de la misma al interno de su misterio pascual de muerte y resurrección. Así, el dueño del campo que al regresar le ordena a su servidor que le prepare la cena, es Él, el Hijo de Dios, que ha de regresar, sea en el momento de nuestra muerte terrenal, o en el Día del Juicio Final y nos pedirá cuentas de lo que hemos hecho; el servidor, que debe mostrarse obediente frente a su señor, es el alma del bautizado, que ha sido creada para amar a Dios, para servirlo y adorarlo, y no para otra cosa. Somos siervos de Dios; hemos sido creados por Él y para Él y por eso no podemos  tener otra ley que la Ley Divina, los Diez Mandamientos y guardarlos, cumplirlos. Es decir, cuando se produzca el encuentro entre el alma y Jesús, Nuestro Dios y Señor, Jesús nos pedirá cuentas de lo que hayamos obrado, pero sólo si hemos obrado la misericordia y observado y cumplido los Diez Mandamientos, sólo entonces podremos decir: “Sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Tenemos una obligación de amor para con Dios, porque Él, por amor, nos rescató del pecado, nos libró de la muerte eterna y nos abrió las puertas del Reino de los cielos, adoptándonos como hijos en el Bautismo. El cumplir los Mandamientos de Dios –los Diez Mandamientos- y los de Cristo –cargar la cruz de cada día y seguir en pos de Él- no son para nosotros un objeto de elección: es nuestra obligación espiritual y moral, porque tenemos una deuda infinita de amor para con Dios y sólo así la podemos saldar, obrando como cristianos, como hijos de Dios.

“Sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Podemos considerarnos afortunados por haber recibido el Bautismo y haber sido convertidos en hijos de Dios: obremos como corresponde a los hijos de Dios, carguemos nuestra cruz de cada día, sigamos a Jesús por el Camino del Calvario, vivamos en gracia, obremos la misericordia, y así, luego de “haber hecho lo que teníamos que hacer”, obtendremos un premio inmerecido, el Reino de los cielos.

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