(Domingo
XXXI - TO - Ciclo B – 2021)
“¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” (Mc 12, 28-34). Le preguntan a Jesús
cuál es el “primero de todos los mandamientos” y Jesús responde que es “amar a
Dios con todas las fuerzas”. También le dice Jesús que el segundo mandamiento
es “amar al prójimo como a uno mismo”. A
partir de Jesús, el cristianismo adoptará, igual que el judaísmo, a estos dos
mandamientos como a uno solo, quedando formulados en la práctica de la misma
manera: “Amarás a Dios y al prójimo como a uno mismo”. Podría entonces alguien
decir que el cristianismo y el judaísmo, al tener el mismo mandamiento, son
casi la misma religión; sin embargo, el mandamiento cristiano difiere
radicalmente del mandamiento judío, al punto de constituir casi dos
mandamientos distintos y veremos las razones.
Ante todo, el mandamiento judío manda “amar a Dios y al
prójimo” con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas
las fuerzas y es evidente que hace referencia al corazón, al alma, a la mente y
a las fuerzas del hombre: “amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con
todas tus fuerzas”. Se hace hincapié en que el cumplimiento de este mandamiento
se basa sí en el amor, pero en el amor del hombre hacia Dios.
Por el contrario, en el
caso del cristianismo, la diferencia radica en que el amor con el que se manda
amar a Dios y al prójimo –y también a uno mismo- es un amor distinto; no se
trata del simple amor humano, sino de otro amor, el Amor del Sagrado Corazón de
Jesús, un amor que es divino, celestial, sobrenatural, porque es el Amor del
Padre y del Hijo, el Espíritu Santo, y porque se expresa en la donación de sí
mismo, no de un modo cualquiera, sino expresamente y exclusivamente a través de
la unión con Cristo en el Santo Sacrificio del altar. Es esto lo que Jesús
dice: “Ámense los unos a los otros como Yo los he amado” y Cristo nos ha amado
con el Amor del Espíritu Santo y hasta la muerte de cruz. Entonces, si bien el
cristianismo y el judaísmo tienen como primer y principal mandamiento al primer
mandamiento, que manda amar a Dios y al prójimo como a uno mismo, difieren
substancialmente en la cualidad del amor con el que se deben cumplir estos
mandamientos: para el judaísmo, basta con el simple amor humano –un amor que,
además de ser limitado, está contaminado con la mancha del pecado original-,
mientras que en el cristianismo, este amor ya no es suficiente, sino que para
cumplir el primer mandamiento, es necesario amar a Dios y al prójimo y a uno
mismo con el Amor de Dios, el Espíritu Santo.
Por último, ¿dónde
conseguimos este Divino Amor, para así cumplir a la perfección el primer
mandamiento? Lo conseguimos allí donde se encuentra como en su Fuente, el Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús. Es en el Corazón Eucarístico de Jesús en donde
arde este Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo y es por eso que debemos ir
a buscar este Divino Amor en la Eucaristía.
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