jueves, 21 de octubre de 2021

“¿Es verdad que son pocos los que se salvan?”

 


“¿Es verdad que son pocos los que se salvan?” (Lc 13, 22-30). Le preguntan a Jesús si “es verdad que son pocos los que se salvan” y Jesús no responde directamente, sino mediante la imagen de la puerta estrecha y con la imagen de un dueño de casa que se levanta y cierra la puerta, dejando afuera, no a cualquiera, sino a quienes aparentemente eran hombres de Dios y dedicados a la religión y al templo: Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Pero él les responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’. La imagen que utiliza Jesús desconcierta a los fariseos, los escribas y los doctores de la Ley, porque es a ellos a quienes se refiere Jesús implícitamente, ya que ellos eran los que en teoría debían estar preparados para cuando llegue el Mesías. Sin embargo, cuando llegó el Mesías, Cristo Jesús, los fariseos, los escribas, los doctores de la ley y también la gran mayoría de los que seguían sus enseñanzas, rechazó al Mesías en la Persona divina de Jesús, la Segunda de la Trinidad, encarnada en la humanidad santísima de Jesús de Nazareth. En el Día del Juicio Final, Jesús les dirá que no los conoce, de la misma forma a como ellos eligieron no reconocerlo como al Mesías, como al Hijo de Dios encarnado. Es importante tener en cuenta que quienes queden fuera del Reino serán aquellos que, en teoría, en esta vida, estaban más cerca de Dios y de su templo, porque esto es lo que se deduce de lo que dirán los condenados: ‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas’. Pero él replicará: ‘Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal’. Entonces, quedarán afuera los que, aparentando ser hombres religiosos, sin embargo obraban el mal: “Apártense de Mí los que hacen el mal”.

“¿Es verdad que son pocos los que se salvan?”. Con su respuesta, lo que Jesús quiere hacer ver es que serán pocos los que se salvan, si es que no cambian de corazón y dejan de practicar el mal. Es decir, para un católico, no basta con acudir al templo; no basta con practicar exteriormente la religión católica; no basta con recibir superficial y mecánicamente a la Eucaristía: hay que hacer todo esto, pero al mismo tiempo, se debe buscar la conversión del corazón, que es una conversión eucarística, porque el Dios hacia el cual hay que dirigir el alma es Cristo Eucaristía. Sólo si buscamos con fe y con amor la conversión eucarística, estaremos seguros de que, por la Misericordia Divina, entraremos en el Reino de los cielos.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario