“Estén
preparados, porque a la hora que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre” (Lc 12, 39-48). Jesús advierte que
estemos preparados, porque el Hijo del hombre, es decir, Él, vendrá cuando
menos se lo espere. ¿De qué venida se trata? Puede ser de dos venidas: en el
día de nuestra muerte personal, que será el día en el que nos encontremos cara
a cara con Nuestro Señor, para recibir el Juicio Particular, y el Día de su
Segunda Venida, que será el Día del Juicio Final, en el que toda la humanidad
comparecerá ante su Presencia, para que se ratifique el destino fijado en el
Juicio Particular y para premiar a los buenos con el Cielo y castigar a los
malos con el Infierno.
Ahora
bien, ¿de qué manera prepararnos? Ante todo, teniendo en la mente y en el
corazón que el encuentro personal con Cristo Nuestro Señor es una realidad que
se producirá, antes o después, pero que se producirá y que es para ese
encuentro para el que debemos estar preparados y para prepararnos es que
debemos procurar tener dos cosas: en el alma, la gracia santificante y en las
manos, obras de misericordia corporales y espirituales. Con estas dos cosas,
podemos, además de mucho amor a Cristo en el corazón, podemos estar más que
seguros de que estaremos correctamente preparados para encontrarnos con Nuestro
Señor. Imploremos su Misericordia Divina, pidiéndole la gracia de estar
preparados para cuando Él venga a buscarnos, para así poder ingresar en el
Reino de los cielos y adorarlo por toda la eternidad.
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