(Domingo
XXVIII - TO - Ciclo B – 2021)
“Vende todo lo que tienes y sígueme” (Mc 10, 17-30). En el episodio del Evangelio, un hombre rico le
pregunta qué tiene que hacer para ganar la vida eterna. Jesús le responde que
debe cumplir los mandamientos, sobre todo el primero; el hombre le responde que
eso lo hace desde hace tiempo, desde su juventud; entonces Jesús le dice que
tiene que desprenderse de “todo lo que tiene” para así “seguirlo”. El hombre,
que estaba apegado a sus bienes, se marcha entristecido. Más allá de cómo habrá
respondido finalmente esta persona –tal vez recapacitó, lo vendió todo y siguió
a Jesús-, lo importante es lo que Jesús le dice acerca de qué es lo que tiene
que hacer para llegar al Reino de los cielos: cumplir los mandamientos de la
Ley de Dios y además vender todo lo que tiene. La razón es que ésa es la única
forma en que el alma puede abrazar la Santa Cruz y seguir a Cristo por el
Camino Real de la Cruz, el Via Crucis; sólo así, podrá el alma estar en
condiciones de llegar al Reino de los cielos. Si el alma está apegada a los
bienes materiales, o si no cumple con los Mandamientos de la Ley de Dios, no
puede seguir a Cristo, quien no posee nada material –lo único material que
posee y que no es suyo es el leño de la cruz, los clavos de hierro y la corona
de espinas- y es en quien también la voluntad de Dios, expresada en la los
Mandamientos, se cumple a la perfección.
“Vende todo lo que tienes y sígueme”. En la respuesta de
Jesús al hombre rico debemos ver algo más: este hombre era rico y era bueno,
puesto que cumplía con la Ley de Dios, lo cual demuestra que amaba a Dios y el
hecho de que se haya puesto triste cuando Jesús le dice que tiene que “vender
todo para seguirlo”, no demuestra falta de bondad en él: lo que sucede es que
Cristo agrega algo más que la Ley de Dios: para seguir a Cristo, es necesario
no sólo ser bueno, sino ser santo y esta santidad la concede Dios a quien lo
abandona todo para seguir a Jesús por el Camino de la Cruz. Es decir, hasta
Jesús, bastaba con cumplir los Mandamientos, para ser buenos, justos y
agradables a los ojos de Dios, pero a partir de Jesús, para entrar al Cielo, se
necesita algo más y es el desapego del corazón a todas las cosas de la tierra y
esto porque en el Cielo no valen nada las posesiones materiales. En otras
palabras, lo que hace aquí, en la tierra, a un hombre rico materialmente
hablando, no cuenta nada en el Reino de los cielos, porque en el Reino de los
cielos sólo cuenta la santidad, esto es, la gracia convertida en gloria y para
esto es necesario el desprendimiento de los bienes materiales. Ahora bien,
quien tiene bienes materiales puede desprenderse de ellos de dos maneras: un
primer modo es un desprendimiento del corazón, lo cual quiere decir que se
tienen los bienes pero para ayudar con ellos a los más necesitados, de manera
que su corazón no está apegado a los bienes y es así como obraron los santos a
lo largo de la historia, comenzando desde Nicodemo, que prestó su sepulcro
nuevo a Jesús, hasta el Beato Pier Giorgio Frassatti, quien era heredero de una
inmensa fortuna, pero andaba siempre con los bolsillos vacíos porque todo lo
que tenía lo daba a los pobres: esto no demuestra que ser ricos no es un
pecado, como lo decía el apóstata y practicante de la hechicería, el comunista
Hugo Chávez, quien al mismo tiempo decía que ser rico era algo malo, por debajo
de la mesa recibía miles de millones de dólares, que eran propiedad del pueblo
venezolano y esto explica que su hija, que no tiene cuarenta años, sea
poseedora de una fortuna mal habida de cinco mil millones de dólares; otro
ejemplo de riqueza mal habida es Máximo Kirchner, con cuatrocientos millones de
pesos sin haber trabajado nunca, o Lázaro Báez-Cristina Kirchner, que poseen
más de doscientas sesenta mil hectáreas de tierra, también sin haber trabajado-,
o bien puede desprenderse de ellos real y efectivamente, como lo hizo por
ejemplo San Francisco de Asís, quien renunció formalmente a su fortuna de
heredero para seguir a Cristo por el camino de la pobreza.
“Vende todo lo que tienes y sígueme”. Cada uno debe
encontrar, en la oración y en la meditación ante Jesús Eucaristía, cuál es el
modo en el que Jesús quiere que lo siga y actuar en consecuencia. De la forma
que sea, no se puede seguir a Cristo si se tiene el corazón apegado a los bienes
materiales; hay que pedir la gracia de desprenderse de los bienes materiales y
de desear abrazar la Santa Cruz de Jesús, el mayor tesoro que se puede
encontrar en esta vida terrena, único Camino que conduce al Reino de los
cielos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario