miércoles, 20 de octubre de 2021

“El Reino de Dios es como una semilla de mostaza”

 


“El Reino de Dios es como una semilla de mostaza” (Lc 13, 18-21). Para entender la parábola de Jesús del Reino de Dios como una semilla de mostaza, debemos reemplazar los elementos naturales y sensibles de la imagen, por los elementos sobrenaturales e invisibles. Los elementos son: una semilla de mostaza, en sus inicios, pequeña y luego al final de su desarrollo, grande como un árbol; luego, tenemos los pájaros del cielo, que van a hacer nido en la semilla de mostaza convertida en árbol. ¿Qué representa cada imagen? La semilla de mostaza, tal como es en sí, pequeña, es el alma humana, la cual en sí misma es pequeña, cuando se la compara con las naturalezas angélica o divina y es todavía más pequeña –los santos la llaman “nada más pecado”- cuando el alma tiene en sí el pecado original o cualquier otro pecado; la semilla de mostaza convertida en árbol, es el mismo hombre, que no solo no tiene el pecado, sino que tiene consigo la gracia santificante, la cual actúa como el agua y el sol sobre la semilla: así como el agua y el sol permiten que la semilla se convierta en árbol, así la gracia permite que el alma crezca en santidad y en gracia, hasta llegar a configurarse al Hombre-Dios Jesucristo, porque eso es lo que simboliza el árbol de mostaza, al alma que, por la gracia, se configura con Jesucristo. Por último, están los pájaros del cielo, que van a hacer nido en el árbol. ¿Qué representan estos pájaros? Podemos que estos pájaros son tres, aunque no lo dice el Evangelio y por lo tanto, representan a las Tres Divinas Personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que van a hacer morada en el alma en gracia. Es decir, las Tres Divinas Personas, que habitualmente viven en los cielos eternos, aman tanto al alma en gracia, que dejan el cielo, por así decirlo, para ir a morar, a habitar, en el alma en gracia.

“El Reino de Dios es como una semilla de mostaza”. Apreciemos entonces la gracia santificante, que es la que nos permite configurarnos con Cristo y es la que convierte al alma en morada de la Santísima Trinidad.

 

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