(Domingo
XXXII - TO - Ciclo B – 2021)
“La viuda ha dado más que nadie, porque ha dado de lo que
tenía para vivir” (). Jesús nos enseña que la viuda del Evangelio es un ejemplo
para nosotros, tanto en generosidad hacia el templo, como en amor y confianza
hacia Dios. La razón es que, aunque la viuda da materialmente muy poco dinero,
en realidad es mucho, porque lo que da es lo que tiene para comer, para
alimentarse, para subsistir. Es como si nosotros diéramos el dinero que tenemos
para comprar el alimento del día: puede ser mucho o poco en cantidad, pero en
términos cualitativos es mucho, porque es todo lo que tenemos. Si se compara lo
que da la viuda con lo que dan los que son ricos, parece que está dando poco,
pero como dijimos, está dando en realidad mucho más que los que ponen una rica
ofrenda, porque estos dan de lo que les sobra, mientras que la viuda da todo lo
que tiene para subsistir. En el fondo, los primeros dan lo que no necesitan,
mientras que la viuda da lo que le sirve para poder vivir, con lo cual está
dando, en cierto sentido, su vida. La viuda es ejemplo de amor al templo de
Dios, porque contribuye al sostenimiento material del templo, lo cual es un
deber de todo fiel y es además un ejemplo de amor a Dios, porque da la
totalidad de lo que tiene, como muestra de agradecimiento y de amor a Dios, que
es quien le da la vida y el ser. Por este motivo, la viuda del Evangelio es un
ejemplo para nosotros en el sentido de que nos enseña cómo debemos no sólo
estar desprendidos de los bienes materiales, sino también de cómo debemos
contribuir, con esos bienes, al sostenimiento del culto católico, el único
culto verdadero del Único Dios Verdadero y cómo debemos agradecerle por lo que
nos da y sobre todo por lo que Es, Dios de infinito amor y misericordia.
Hay
otro aspecto más profundo y sobrenatural que debemos considerar en la donación
de la viuda y es que no sólo es un ejemplo de cómo debemos comportarnos con
nuestros bienes materiales en relación al templo y a Dios: el don de la viuda,
de dar lo que tiene para vivir y con eso, dar su propia vida, es en realidad
una imitación y una participación a otro don, el don de Jesucristo, que ofrece
a Dios en la cruz, mucho más que lo que tiene para vivir, porque ofrece su
propia vida, en sacrificio por la salvación de todos los hombres, en otras
palabras, la generosidad de la viuda es una participación a otro acto de
oblación y de donación, y es el don de la propia vida a Dios, por el rescate de
la humanidad, como lo hace Nuestro Señor Jesucristo en la cruz.
“La
viuda ha dado más que nadie, porque ha dado de lo que tenía para vivir” (). A
imitación de la viuda del Evangelio, no demos al templo de Dios lo que nos
sobra, sino incluso lo que necesitamos para vivir y a ejemplo de Cristo
crucificado, que ofreció a Dios su propia vida en la cruz para nuestra
salvación, ofrezcamos nuestra propia vida, por la salvación propia y la de
nuestros hermanos, a Cristo crucificado en el Calvario y el Altar Eucarístico.
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