lunes, 27 de enero de 2014

"El pecado contra el Espíritu Santo no será perdonado"

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El Evangelio de San Mateo (12, 31-32) recoge una de las expresiones más severas de Nuestro Señor Jesucristo: "Todo pecado o blasfemia se les perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada". Según San Agustín, "no se encuentra, tal vez, en todas las Escrituras, ninguna cuestión mayor, ninguna cuestión más difícil" (Sermón 71, De Verbis Domini). El problema está, además, en que, en el mismo lugar, se hacen dos afirmaciones aparentemente contradictorias: la primera, que todos los pecados son perdonados; la segunda, que el pecado contra el Espíritu Santo no tiene perdón.
¿Cuáles son los pecados contra el Espíritu Santo? Son seis: desesperar de la salvación, presumir de la salvación sin merecerlo, negar la verdad conocida como tal, tener envidia o pesar de la gracia ajena, obstinación en el mal, impenitencia final. Lo que tienen en común estos pecados contra el Espíritu Santo es su malicia; son pecados de pura malicia, que siendo directamente opuestos a la misericordia de Dios y a la gracia del Espíritu Santo, hacen muy difícil o casi imposible la conversión. 
De todos estos pecados, los fariseos incurren muy probablemente en el pecado de envidia o pesar de la gracia ajena -es sabido que los mueve la envidia, además del odio hacia Jesús, tal como se describe en los Evangelios-; es en este pecado en el que incurren los fariseos cuando acusan a Jesús, que expulsa a los demonios con el poder divino, de estar poseído por Beelzebul. De esta manera, los fariseos obran con la máxima malicia con la cual puede obrar el corazón humano, cerrando sus mentes a la Verdad Divina y sus corazones al Amor de Dios que se les manifestaba delante de sus ojos en Jesús de Nazareth, endureciendo sus corazones con la consistencia pétrea de la roca e impermeabilizándolos desde adentro con una impenetrable capa de odio que nada ni nadie, ni siquiera la Misericordia Divina, ni la gracia del Espíritu Santo, podrían vulnerar. Es en este sentido en el que Jesús dice que el pecado contra el Espíritu Santo "no será perdonado": no porque Dios no quiera perdonar, porque Dios es Amor infinito, eterno, inagotable, y es un Amor infinitamente más grande que cualquier ofensa que pueda hacerle el hombre, y Él está siempre dispuesto a perdonar; es un pecado que no será perdonado porque quien lo comete, como en el caso de los fariseos, cierra, endurece e impermeabiliza de tal manera su corazón a la acción del Amor y de la gracia divina, que hace imposible cualquier perdón.

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