“Jesús
cura la mano paralizada del hombre mientras se indigna por la dureza de corazón
de los fariseos” (cfr. Mc 3, 1-6). En el
episodio del Evangelio, Jesús entra en una sinagoga, en donde se encuentra un
hombre con una mano paralizada. Es día sábado, día en el que, según las
prescripciones farisaicas, no estaba permitido ningún tipo de trabajo, ni
siquiera este que quiere hacer Jesús, que es el de curar al hombre enfermo,
porque supone la realización de un trabajo manual. Los fariseos no entienden
que la esencia de la religión es la caridad y que las prescripciones como estas
quedan anuladas cuando se trata de poner por obra aquello que se cree.
La ley
mosaica tenía como precepto el amor a Dios y al prójimo –aunque no todavía en
el sentido cristiano- y ese mandamiento de amor tenía primacía sobre la
prescripción legal que mandaba no trabajar el día sábado, porque el amor
prevalece sobre todo, ya que es lo que da vida a todo, y esa es la razón por la
cual Jesús, al curar la mano paralizada del hombre, aun en día sábado, no
estaba cometiendo ninguna transgresión de la ley. Por eso es que Jesús les hace
una pregunta retórica, es decir, sabiendo obviamente la respuesta: “¿Está
permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”.
Lo más
grave de todo es que los fariseos, dice el Evangelio, “callaron”, es decir,
sabían la respuesta: los fariseos sabían que Jesús no obraba mal al curar la
mano del hombre, pero “callaron” porque eran “hipócritas”, como el mismo Jesús
les dirá luego, y aquí radica la gravedad y la razón de porqué Jesús se indigna
y se apena: “Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y
apenado por la dureza de sus corazones…”, porque ellos, como hombres
religiosos, sabían que la caridad, el amor a Dios y al prójimo, era la esencia
de la religión, y sin embargo, cerraban sus corazones al Amor de Dios –dureza
de corazón- y así, ni amaban a Dios ni tenían compasión de sus hermanos los
hombres, mientras se hacían pasar por hombres de oración. Es por esto que el
Papa Francisco dice que la hipocresía es pecado contra el Espíritu Santo, porque
es pecado contra el Amor de Dios, y es esto lo que hacían los fariseos: aparentaban
amar a Dios y ser hombres de oración, pero no amaban al prójimo, imagen
viviente de Dios.
“Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones…”. Procuremos no ser causa de disgusto e indignación para Jesús, no endurezcamos nuestro corazón para con nuestro prójimo y amémoslo con obras, más que con palabras.
“Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones…”. Procuremos no ser causa de disgusto e indignación para Jesús, no endurezcamos nuestro corazón para con nuestro prójimo y amémoslo con obras, más que con palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario