“No
se enciende una lámpara para ponerla en
un cajón” (Mc 4, 21-25). Jesús usa
una simbología tomada del mundo material y cotidiano para referirse a
realidades espirituales y sobrenaturales. La lámpara que se enciende es el alma
que recibe, por la gracia del bautismo, la luz de la fe, y así como nadie
enciende una lámpara para colocarla en un cajón, sino para colocarla en lo
alto, de modo de poder aprovechar al máximo su luz, así también Dios Padre, que
es quien enciende en el alma la luz de la fe, no lo hace para que el bautizado
esconda esa fe en el cajón de un escritorio, sino para que la dé a conocer en
el mundo, y el modo por el cual se da a conocer la luz de la fe, es a través de
las obras.
Precisamente,
si el mundo de hoy corre presuroso hacia el abismo de la perdición y si muchas
almas se dirigen precipitadamente hacia su eterna condenación, es porque una
enorme cantidad de cristianos, que han recibido la luz de la fe en sus almas, han
escondido esa luz divina en el cajón cerrado de sus corazones egoístas, tibios,
indiferentes, perezosos, fríos y faltos de todo verdadero amor a Dios y al
prójimo.
Una
muchedumbre de cristianos, que deberían ser lámparas encendidas que indiquen el
camino hacia Cristo, Luz del mundo, se han convertido, por un hórrido misterio
de iniquidad, en un siniestros tizones humeantes que emanan densas y venenosas
nubes oscuras que no solo ocultan el camino de la salvación, sino que conducen
a muchísimos almas hacia el abismo de la eterna condenación. Muchísimos católicos,
por libre y voluntaria decisión, ocultando la luz de la fe recibida en el
bautismo, se han pasado con todo el bagaje a las filas del enemigo, apostatando
de la fe recibida y convirtiéndose así en una nueva categoría de fieles jamás
vista, los cristianos neo-paganos, los cristianos puramente nominales que adoptan
de modo acrítico todo tipo de anti-valor proveniente de la cultura
anti-cristiana y neo-pagana que en nuestros días ya domina prácticamente todas
las manifestaciones del pensamiento, del querer y del obrar del hombre, sin que
apenas existan oposiciones a la misma. Muchísimos de los que en la actualidad se destacan en todos los ámbitos en la cultura neo-pagana y anti-cristiana, son católicos, es decir, son almas que han recibido la luz de la fe en Cristo y debería estar dando testimonio de Él al mundo y en vez de eso, provocan escándalo con su anomia, su ausencia total de valores y con su falta absoluta de fe en Cristo, lo cual revela que han ocultado su fe, es decir, que han hecho lo que Jesús dice que no se debe hacer: ocultar la lámpara en un cajón.
“No
se enciende una lámpara para ponerla en
un cajón”. Es Dios Padre quien enciende en nuestras almas, por el bautismo
sacramental, la luz de la fe, al concedernos la gracia de la filiación; de
nosotros y de nuestra libertad depende que esa luz ilumine o quede oculta en
las tinieblas. Lo que no debemos dejar de tener en cuenta es que lo que hagamos
en esta vida, continuará en la otra, en la vida eterna: si por las obras buenas
hacemos que esta luz ilumine en esta vida, nuestra luz continuará brillando luego
por la eternidad, en los cielos; si por la falta de obras buenas apagamos esa
luz en esta vida, en la otra vida permanecerá apagada y en tinieblas para toda
la eternidad, y será una tiniebla más entre muchas otras.
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