domingo, 5 de abril de 2020

Martes Santo: “Junto con el pan, entró en Judas Satanás”


Agnus Dei: Martes Santo

“Junto con el pan, entró en Judas Satanás” (Jn 13, 21-33. 36-38). No hay en las Sagradas Escrituras una descripción más suscinta y exacta de una posesión diabólica. En el momento mismo en el que Judas Iscariote toma el pan con la salsa, entra en él Satanás y toma posesión de su cuerpo y también de su voluntad. Es la posesión más perfecta que existe. Jesús ya lo había anticipado: “Aquel a quien dé el pan untado, será el que me traicionará”. Judas Iscariote traiciona a Jesús porque prefiere, a diferencia de Juan Evangelista, escuchar el duro y metálico tintineo de las monedas que la habrán de ser entregadas por la traición. Juan Evangelista prefiere reposar sobre el pecho del Señor y escuchar así los dulces latidos de su Sagrado Corazón, permaneciendo fiel a su doctrina y a su amor; Judas Iscariote en cambio prefiere el dinero antes que el Amor de Dios, lo cual es incompatible en el hombre, tal como Jesús lo había dicho: “No se puede servir a Dios y al dinero”. Judas prefiere servir a dinero y, con él, a Satanás. No en vano el dinero es llamado “excremento de Satanás”. Pero además del amor vano al dinero, en el corazón de Judas hay un endurecimiento y un desentendimiento total de Jesús y sus enseñanzas. Nada le importan sus milagros, sus palabras, sus dones, sus gracias: sólo quiere el dinero, sin importar que para lograr este objetivo tenga que cometer el más abominable de los actos, la traición.
“Junto con el pan, entró en Judas Satanás (…) Judas salió (…) afuera era de noche”. Muchos autores afirman que el pan con el que entra Satanás no es la Eucaristía, la cual habría de ser consumida con amor y piedad posteriormente por el resto de los discípulos: se trataba simplemente del pan material, terreno, el que simplemente acompañaba a la comida terrena que se estaba sirviendo. Lo que impresiona es la descripción de la posesión diabólica de Judas: apenas consume el pan, con él ingresa Satanás y, como dijimos, toma control total, no sólo de su cuerpo, sino de su voluntad. Ya no hay marcha atrás para él: cuando el demonio toma posesión de la voluntad, eso constituye la posesión perfecta, en la cual ya ni siquiera Dios puede -ni tampoco quiere librarlo- porque ésa es la decisión final del alma que, inevitablemente, se condena. Cuando Judas sale, “afuera era de noche”; es la noche cosmológica, la noche que acaece toda vez que se oculta el sol, pero es sólo un símbolo de otra noche, preternatural, siniestra, en la que se sumerge de lleno el alma de Judas y es la noche viviente, las tinieblas vivientes que son los demonios y el infierno. Judas no solo sale cuando es de noche: sale para entrar en comunión con Satanás, que ha tomado posesión de su ser, y con el infierno entero. Ya nada hay por hacer por su alma, que pasando por alto las muestras de Amor de Jesús, ha decidido libremente comulgar con el mismo Satán y no con Dios. Con su amor al dinero, con su traición y con su entrega a Satanás, Judas será habitante eterno del Infierno, no porque Dios lo haya condenado, sino porque rechazó todo intento de perdón de parte de Dios y voluntariamente decidió su destino de eterna condenación.
“Junto con el pan, entró en Judas Satanás”. No debemos recordar que la Escritura nos advierte que quien comulga en pecado mortal, “comulga su propia condenación”, con lo cual el que esto hace imita a Judas Iscariote y comparte con él su destino de eterna condenación. Que seamos como San Juan Bautista, que prefirió escuchar los dulces latidos del Sagrado Corazón de Jesús y así salvó su alma, y no como Judas, que por amor al dinero y por desprecio de Jesús, acompaña al demonio por la eternidad en los infiernos.

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