miércoles, 1 de abril de 2020

“Antes de que Abraham existiera, Yo Soy”




“Antes de que Abraham existiera, Yo Soy” (Jn 8, 51-59). En su enfrentamiento con los fariseos, uno de los temas recurrentes es, para los fariseos, el saber quién es Jesús: lo ven hacer milagros que sólo Dios puede hacer, lo escuchan auto-proclamarse Dios Hijo, pero aun así no creen que Jesús sea Dios Hijo encarnado. Es en este contexto de duda y desconfianza por parte de los fariseos, en el que se produce el diálogo en el que Jesús vuelve a reafirmar su condición divina: “Antes de que Abraham existiera, Yo Soy”. Es decir, Jesús vuelve a aplicarse a Sí mismo el nombre propio de Dios, el nombre con el que Dios se auto-revela a Moisés: “Y dijo Dios a Moisés: Yo Soy El Que Soy” (Éx 3, 14). Este nombre, el “Yo Soy”, es nombre de perfección absoluta, porque indica que Dios tiene el Ser, el Acto de Ser que actualiza la Esencia Divina y la pone en acto desde toda la eternidad. Dios Es, es El que Es, y en contraposición, nosotros los hombres –y también los ángeles- somos nada, con el agregado, para nosotros los hombres, de que somos “nada más pecado”, como dicen los santos.
“Antes de que Abraham existiera, Yo Soy”. Jesús es el Dios que Es, que Era y que Vendrá y ese Dios se nos ha revelado a nosotros, los católicos, que formamos el Nuevo Pueblo Elegido y ése Dios, que es mismo “Yo Soy” de los israelitas, se encuentra Presente, vivo, con toda la gloria de su Acto de Ser perfectísimo, en la Sagrada Eucaristía. Antes de comulgar, hagamos esta pregunta: “Jesús, ¿quién eres en la Eucaristía?”. Y Jesús nos responderá, en los más profundo de nuestro ser, en el silencio del alma que sabe escuchar: “Yo Soy el que Soy”.

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