martes, 21 de abril de 2020

“Lo reconocieron al partir el pan”


Los discípulos de Emaús, virtudes, Valores cristianos de ...

(Domingo III - TP - Ciclo A – 2020)

          “Lo reconocieron al partir el pan”. Jesús resucitado les sale al paso a los discípulos de Emaús, que van por el camino comentando acerca de lo sucedido el Viernes Santo. Tal como sucede con otros discípulos -por ejemplo, María Magdalena-, los discípulos de Emaús, a pesar de ser discípulos, es decir, a pesar de conocer y amar a Jesús, no lo reconocen cuando lo ven resucitado. Además, por su falta de fe en las palabras de Jesús en la resurrección, van con el “semblante triste”, lo cual también es una característica de los discípulos que se encuentran con Jesús, antes de reconocerlo como resucitado. La razón por la que están con el “semblante triste” es que no solo no creen en la Palabra de Jesús, que había prometido resucitar al tercer día, sino que tampoco creen en el testimonio de las santas mujeres y de los discípulos que lo han visto resucitado y les han contado que Jesús está vivo y glorioso. Es esta fe incrédula, imperfecta, vacilante, la que los hace dudar acerca del misterio salvífico de Jesús y es lo que les impide que sepan que están hablando con Jesús.
          Esta situación de desconocimiento e incredulidad cambiará radicalmente cuando, tiempo más tarde, Jesús “parta el pan”, lo cual muchos piensan que es en el contexto de una misa celebrada por Jesús. La cuestión es que en el momento en que Jesús “parte el pan”, se produce en los discípulos una iluminación interior, dada por el Espíritu Santo, que les quita el velo de los ojos del alma y del cuerpo que hasta entonces tenían y los capacita para reconocer, en ese forastero que los acompañaba por el camino, nada menos que a Cristo, resucitado y glorioso. En ese mismo momento Jesús desaparece, pero esta invisibilidad de Jesús no es un impedimento para que los discípulos de Emaús crean que Jesús, que ha muerto en la cruz el Viernes Santo y ha pasado en el sepulcro el Sábado Santo, haya resucitado “al tercer día” y esté vivo y glorioso entre ellos. Paradójicamente, cuando lo podían ver y cuando podían hablar abiertamente con Jesús, lo confundían con un extranjero y ahora que Jesús se hace invisible, se vuelve visible para ellos, puesto que pueden verlo con los ojos del alma iluminados con la luz de la fe.
          Puede sucederle a muchos lo que a los discípulos de Emaús antes de reconocer a Jesús resucitado, esto es, que su fe sea vacilante, trémula, frágil. Y esto sucede cuando no se cree en las palabras de Jesús, de que después de morir en la cruz, habría de resucitar “al tercer día”. Cada vez que asistimos a la Santa Misa, se produce algo similar a lo sucedido con los discípulos de Emaús al partir Jesús el pan: cuando el sacerdote fracciona la Hostia consagrada, también se produce una efusión del Espíritu desde la Eucaristía, el cual ilumina las almas con la luz divina, permitiendo al alma reconocerlo, vivo, glorioso y resucitado, en la Eucaristía. Por esta razón, cuando nuestra fe esté débil y vacilante, acudamos a la Santa Misa, para recibir la efusión del Espíritu Santo en el momento de la fracción del Pan consagrado y así lo podremos reconocer, vivo y glorioso, en la Eucaristía. Y así Jesús hará arder nuestros corazones en el Amor de Dios, cuando lo recibamos en la Comunión Eucarística.

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