lunes, 20 de abril de 2020

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna”




“El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Jn 3, 16-21). Jesús afirma que quien cree en Él, no sólo “no perecerá”, sino que “tendrá vida eterna”. En esta afirmación debemos considerar varios aspectos. Primero, Jesús dice que quien cree en Él tiene vida eterna; ahora bien, ¿en qué Jesús creer? Porque a lo largo de la historia, incluso desde los inicios del cristianismo, ha habido diversas teorías -heréticas- acerca de quién es Jesús: desde el hereje Lutero, que afirmaba que Jesús era sólo un hombre, pasando por Arrio, que afirmaba que Jesús era un hombre perfecto, pero sólo hombre, hasta las teorías bizarras de la Nueva Era, según la cual Jesús es un jefe extra-terrestre que habita en lejanos planetas. El Jesús en el cual hay que creer, para tener vida eterna, es el Jesús del Magisterio y de la Tradición de la Iglesia: según la Iglesia Católica, que ostenta la Verdad Absoluta acerca de Jesús, Jesús es Dios Hijo en Persona, es decir, es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, encarnada, por obra del Espíritu Santo, en una naturaleza humana. En otras palabras, el Jesús en el que debemos creer es el Jesús de la Iglesia Católica: Dios Hijo encarnado, que es la Vida Eterna en sí misma y que por eso puede comunicar de esa vida eterna; si fuera sólo un hombre, de ninguna manera podría comunicar la vida eterna.
Otro aspecto que debemos considerar es acerca de lo que obtendrá aquel que crea en el Jesús Dios: la vida eterna. ¿Qué es la vida eterna? Por lo pronto, no es la vida terrena con la cual vivimos en el tiempo y en la historia; es la vida propia de Dios, porque “Dios es su misma eternidad”, como dice Santo Tomás; es una vida absolutamente perfecta, de la cual no tenemos idea de cómo es, porque no tenemos experiencia de vida eterna, aunque la recibimos incoada en la Eucaristía; es una vida de gloria, que se desplegará con toda su plenitud no en esta vida terrena, sino en el Reino de los cielos, una vez que hayamos muerto y, por la gracia de Dios, nos hayamos salvado.
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna”. La frase de Jesús no sólo es verdadera, sino que no debemos esperar a morir para conseguir lo que Jesús promete en quien cree en Él: cada vez que comulgamos, recibimos al Hijo de Dios encarnado que nos comunica, desde la Eucaristía, la vida eterna, la vida misma de Dios Uno y Trino.

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