lunes, 20 de abril de 2020

“La ira de Dios pesa sobre quien no cree el Hijo del hombre”




“La ira de Dios pesa sobre quien no cree el Hijo del hombre” (Jn 3, 31-36). Las palabras de Juan Bautista pueden parecer duras e incluso hasta inaceptables para la mentalidad progresista y modernista que campea en nuestros días, pero son verdaderas. La razón hay que buscarla en los inicios de la humanidad, en el pecado original de Adán y Eva: desde que nuestros Primeros Padres cometieron el pecado original, pesa sobre toda la humanidad la ira de Dios, porque la Justicia Divina fue infinitamente ofendida por el hombre, tentado por Satanás. Es verdad que en esta vida prevalece la Misericordia Divina por sobre la Justicia Divina, pero esta prevalencia se termina, hasta equilibrarse, en el momento de nuestra muerte, puesto que allí actúa, de modo preeminente, la Justicia Divina por sobre la Misericordia Divina. Por esta razón, las palabras del Bautista son ciertas para toda alma que vive en esta vida, pero sobre todo, para el alma que debe atravesar el umbral de la muerte y alcanzar la vida eterna: antes de alcanzar la vida eterna, el alma debe atravesar el Juicio Particular, en donde Dios aplica su estrictísima Justicia Divina, Justicia que está pronta para descargarse, con toda su fuerza, sobre el alma que voluntaria y libremente murió en pecado mortal y sin arrepentirse por ello.
“La ira de Dios pesa sobre quien no cree el Hijo del hombre”. Para que la ira de Dios no se descargue sobre nuestras almas, es que debemos procurar vivir permanentemente en gracia, detestando el pecado, de manera tal que la hora de la muerte nos sorprenda en estado de gracia y no en estado de pecado mortal. Sólo así sobre nuestra alma se descargará, no el peso de la ira divina, sino el océano de la Misericordia Divina.

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