jueves, 10 de mayo de 2012

Como el Padre me amó, Yo los he amado


“Como el Padre me amó, Yo los he amado” (Jn 15, 9-11). Jesús nos dice cómo es el amor con el que Él nos ha amado desde la Cruz: con el amor del Padre, que es el Espíritu Santo. Esta revelación es importantísima para la vida cotidiana del cristiano, porque da la clave de cómo tiene que su amor, sea cual sea el estado de vida del cristiano: el amor del Padre, que es el amor de Cristo, que es el Amor divino, el Espíritu Santo.
En otras palabras, el amor en el que el cristiano “tiene que permanecer”, es el amor con el que es amado por Cristo desde la Cruz, que es el Amor con el que el Padre amó a Cristo desde la eternidad, y es el amor con el que el cristiano debe amar a su prójimo, incluido –en primer lugar- aquél que, por un motivo circunstancial es considerado “enemigo”.
De esto vemos que el cristiano no puede nunca rebajar su amor al prójimo a un amor puramente humano, natural, porque el amor con el que Cristo nos ama no es nunca un amor simplemente humano, natural, sino un amor divino, sobrenatural, celestial, que perfecciona al amor natural, sino que ante todo lo diviniza, haciéndolo participar del mismo Amor divino.
De esto se ve cómo los cristianos falsean radicalmente el mensaje cristiano cuando “aman” a los demás con un amor puramente humano, el cual, por ejemplo, impide el verdadero y auténtico perdón, el que surge de la Cruz de Cristo. Así, se niegan a perdonar, con la excusa de que “son humanos”, olvidando que han sido convertidos en hijos de Dios por el bautismo y que, en consecuencia, deben amar y perdonar con el mismo Amor y perdón de Cristo, el Amor y el perdón de la Cruz.

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