jueves, 17 de mayo de 2012

No comprendían lo que Jesús les decía



“No comprendían lo que Jesús les decía” (Jn 16, 16-20). En la Última Cena, Jesús les anuncia a sus discípulos, por anticipado, cómo será su Pascua, su “paso”, de este mundo al otro; Jesús les anuncia la dramaticidad de la “hora” que se acerca, “su hora”, hora que es también la de las tinieblas del infierno, que buscarán y conseguirán quitarle la vida; Jesús les habla de su regreso al seno eterno del Padre, y luego de su resurrección –“me volverán a ver”-, pero los discípulos “no comprendían” lo que Jesús les decía.
Esta “no comprensión” por parte de los discípulos, se mantiene y se conserva hasta el día de hoy, entre la inmensa mayoría de los bautizados, pues muchísimos de estos son cristianos solo de modo nominal, solo de nombre, puesto que en la práctica se comportan como verdaderos paganos.
Los cristianos-paganos no comprenden que el primer mandamiento, el más importante de todos, es el amor a Dios y al prójimo, pero no con un amor simplemente humano, que es egoísta, mezquino, limitado, y se deja llevar por las apariencias, sino con el Amor Divino, con el Espíritu Santo, que lleva a amar al prójimo en Dios y por Dios, y a amarlo aún -y sobre todo- si es enemigo, y lleva a amar hasta la muerte de Cruz, lo cual quiere decir perdonar las ofensas “setenta veces siete”, es decir, siempre.
Los cristianos no comprenden que es la Eucaristía el centro, el sol, el desvelo de sus vidas, y no las cosas y los atractivos del mundo, que tan pronto como esta vida se termina, desaparecen en la más completa oscuridad y silencio, siendo incapaces de socorrer al alma que en esos momentos se ve asaltada por los demonios que buscan hacerla desesperar y arrastrarla al infierno. Los cristianos no comprenden que si su vida no está centrada en la Eucaristía, que si no ponen a la Eucaristía en lo más alto de sus aspiraciones, difícilmente podrán acceder al Reino de los cielos.
Los cristianos no comprenden que si no hacen oración –luego de la Misa, es el Santo Rosario la principal de las oraciones-, no tendrán la luz de Dios en sus almas, y no serán asistidos por Jesús, la Virgen, los ángeles y los santos, en sus tribulaciones, y así persisten en acudir a medios puramente humanos, distractivos, cuando no esotéricos y heréticos, en vez de golpear las puertas del cielo con la oración cristiana.
Los cristianos de hoy, la gran mayoría, como los discípulos de ayer, en la Última Cena, “no comprenden”, en qué consiste ser cristianos, y por eso el mundo se hunde en la oscuridad y en las tinieblas más absolutas.

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