"Yo Soy la Vid, ustedes los sarmientos. Si permanecen unidos a Mí, daréis frutos". Jesús es la Vid verdadera, de donde fluye la linfa vital del Espíritu Santo, que comunica la vida divina a quien se une a Él por la fe, los sacramentos y la caridad. Quien está unido a Cristo, es como un sarmiento que fructifica en racimos de dulce uva, es decir, en la vida cotidiana, en toda ocasión, y con todo prójimo, da signos de la Presencia del Espíritu Santo en el alma: bondad, caridad, paciencia, humildad, afabilidad, espíritu de sacrificio, mortificación, servicio a los demás.
Por el contrario, quien se aleja de Cristo y deja de recibir su linfa vital, la gracia divina, da amargos frutos de malicia: orgullo, soberbia, terquedad, obstinación en el mal, necedad, pereza corporal y espiritual, violencia, calumnias, etc.
"Yo Soy la Vid, ustedes los sarmientos (...) sin Mí nada podéis hacer". Quien se aleja de Cristo, no puede culparlo por convertirse en un sarmiento seco y estéril. No es Cristo quien rechaza al sarmiento seco, sino el cristiano mismo quien, por propia decisión, decide separarse del Único que puede hacerle dar frutos de santidad.
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