miércoles, 5 de marzo de 2014

“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde el alma?”


“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde el alma?” (Lc 9, 22-25). Existe en el hombre la tendencia a creer que esta vida terrena es para siempre, o que luego de la muerte no existe nada más y que por lo tanto todo lo que existe se da en esta vida, de manera tal que esta vida terrena debe ser vivida con la máxima intensidad de placer, al tiempo que se debe evitar todo dolor. Esta filosofía hedonista conduce a múltiples errores, puesto que el hombre que se fija estos principios, no duda en cometer toda clase de atrocidades, con tal de adquirir dinero y poder, única manera de gozar y disfrutar de los placeres que el mundo le proporciona. Pero estos placeres mundanos finalizan indefectiblemente cuando finaliza el tiempo de vida decretado por Dios para el hombre, y a su vez el hombre no puede agregarse a sí mismo ni un solo segundo más de vida de los que le ha asignado desde toda la eternidad, de manera que una vez cumplido el tiempo decretado debe presentarse ante Dios, para recibir el juicio particular, dar cuenta de los talentos recibidos, y recibir la paga por ellos, la salvación o la condenación.
“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde el alma?”. La pregunta de Jesús nos lleva a reflexionar acerca de lo inútil que es el preocuparse por las vanidades del mundo, acerca de lo efímero de esta vida terrena y de cuán poco valen los bienes materiales, que no salvarán nuestras almas, y en cambio cuánto valora Dios los bienes espirituales, tales como la oración, la vida de la gracia, la Eucaristía, la Santa Misa, el Rosario, los cuales sí salvarán nuestras almas.

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