(Ciclo
A – 2014)
Si bien parece un recordatorio, ya que la fórmula de
imposición de cenizas así lo sugiere: “Recuerda que eres polvo y en polvo te
convertirás”, la Cuaresma dista mucho de ser un mero recuerdo de la Pasión del
Señor, o al menos no es un recuerdo como lo entendemos los hombres. Es un
recuerdo, sí, pero con características muy especiales, ya que se hace en el
tiempo de la Iglesia, que es un tiempo permeado por la liturgia, y la liturgia
es un tiempo permeado por la eternidad del Ser trinitario de Dios Uno y Trino.
Esto quiere decir que la memoria que se hace en la Iglesia adquiere
connotaciones que no se limitan a un aspecto meramente psicológico,
antropológico, sino que trascienden de modo absoluto al hombre para proyectarse
a la eternidad de Dios Trino o, mejor dicho, es de Dios Trino de donde se
originan los misterios litúrgicos que se celebran en la Iglesia y en donde se
deben encontrar su raíz y es en donde deben ser contemplados.
Precisamente, es a la luz del misterio trinitario y a la luz
del misterio del Verbo de Dios hecho Hombre, que debemos meditar la frase de
imposición de cenizas: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”:
fuimos creados por Dios Trino para ser luz y amor por la eternidad, pero por el
pecado de rebelión nos convertimos en ese polvo que se nos impone en la frente;
a la vez, como esas cenizas que se nos imponen en la frente, se nos imponen con
el signo victorioso de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, las mismas cenizas
que nos recuerdan que nos convertiremos en polvo, nos recuerdan que si bien
hemos de morir a causa de la fuerza de muerte que anida en la carne de pecado,
hemos de resucitar a causa de la fuerza vital de gracia injertada por Cristo en
nuestras almas en el Bautismo, en la Eucaristía y en los sacramentos en
general.
“Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”, nos
dice la Iglesia en el Miércoles de Ceniza, al inicio de la Cuaresma, para que
recordemos que por el pecado, nos encaminamos hacia la muerte; “Recuerda que
por la gracia santificante participas de la divinidad y te convertirás en el
mismo Dios”, nos dice el mismo Cristo, para que recordemos que por la gracia,
nos encaminamos hacia la vida eterna, hacia la feliz eternidad, en donde
contemplaremos a Dios Trino cara a cara, en donde Dios será todo en todos, en
donde viviremos la felicidad de una eterna Pascua.
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