domingo, 2 de marzo de 2014

“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”


“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios” (Mc 10, 17-27). Un hombre rico pregunta a Jesús qué debe hacer para entrar en el Reino de los cielos. Jesús le dice que no debe matar, ni cometer adulterio, ni robar, ni dar falso testimonio, ni perjudicar a nadie y honrar a padre y madre”; es decir, cumplir los mandamientos. El hombre rico le contesta que “todo eso lo ha cumplido”, a lo cual le contesta Jesús que entonces le falta “una sola cosa”, que “lo venda todo”, “lo de a los pobres” y “lo siga”. Después de este consejo, el hombre rico, dice el Evangelio, “se entristece y se va apenado” porque “poseía muchos bienes”. La causa de la tristeza de su corazón era que “poseía muchos bienes”, y es lo que motiva la expresión de Jesús”: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios! (…) Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino Dios”.
Pareciera entonces, en un primer momento, que los ricos –materialmente hablando- están condenados de antemano y así lo entienden los discípulos, quienes “se sorprenden por estas palabras”, pero Jesús les da una esperanza ya que dice que es “difícil”, pero no imposible: “lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios, porque para Él, todo es posible”, y la posibilidad está en el mismo ejemplo que da a continuación, el “ojo de la aguja”. 
Entonces, para saber en qué dónde radica la salvación de los ricos, hay que saber en qué consiste el "ojo de la aguja". ¿De qué se trata?
El “ojo de la aguja” era una puerta estrecha y angosta, ubicada en las murallas de Jerusalén, por la cual ingresaba el redil de las ovejas, y lo hacía, obviamente, sin dificultad alguna, debido a que estaba adaptada al tamaño de las ovejas; pero si un camello quería ingresar por esta puerta, debido a la altura propia de su especie animal y debido a que venía cargado con abundante mercancías, era necesario que se arrodillara y dejara las mercancías en el suelo para poder ingresar por estas puertas, y esta es la razón de la advertencia de Jesús. 
Hecha esta aclaración, nos preguntamos: ¿qué o quién es este “ojo de aguja” en el mundo espiritual”, y quién es el camello, y qué representan las mercancías? 
El “ojo de la aguja”, por el que debe pasar el camello, es Jesús crucificado; el “camello cargado de riquezas” es el hombre pecador; las riquezas o mercancías, no son solo las riquezas materiales, sino también el pecado, porque es todo lo que impide al hombre entrar en la Jerusalén celestial. 
Es entonces ante Cristo crucificado que debe el hombre, cargado de riquezas, tanto materiales como espirituales –aquí debe entenderse la riqueza espiritual en el sentido de la soberbia, el orgullo, la ira, el apego a sí mismo, la vanidad, es decir, el pecado en general-, arrodillarse y dejar ante sus pies todo lo que le impide entrar en la Jerusalén celestial, en el cielo. En otras palabras, así como el camello debe arrodillarse y dejar las mercancías en el suelo, así el rico –el hombre cargado de riquezas, que no son las materiales, sino ante todo las espirituales, como el pecado-, debe arrodillarse y dejar todo aquello que le impide su entrada en la Jerusalén celestial, a los pies de Jesús crucificado, y así podrá entrar en el Reino de Dios. 
De esta manera, un pecador empedernido –por  ejemplo, un hombre enriquecido ilícitamente, aun cuando hubiere cometido innumerables asesinatos y crímenes-, arrodillado ante Jesús crucificado, arrepentido y con el corazón contrito y humillado, salvará su alma. Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.


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